Nakano Takeko
Nakano Takeko fue una mujer samurái de los tiempos del shogunato Tokugawa, cuando en Japón gobernaba un shogún y no el emperador. En aquella época, ser un samurái era lo más prestigioso de la sociedad japonesa, y, aunque pocas, también existían mujeres samuráis, entrenadas en el uso de armas para proteger su casa, familia y honor en tiempos de guerra, aunque el papel habitual de la mujer era el de ama de casa o esposa de un cargo importante.
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Su vida se remonta a los tiempos del shogunato Tokugawa, cuando en Japón gobernaba un shogún y no el emperador. En aquella época, ser un samurái era lo más prestigioso de la sociedad japonesa, y, aunque pocas, también existían mujeres samuráis.
¿Qué significa ser samurái? Dedicarse por entero a un conjunto de principios morales, buscar la quietud de la mente y dominar el arte de la espada.
El origen de los samuráis data del siglo X aproximadamente, y se fortaleció al concluir las Guerras Genpei a finales del siglo XII, cuando fue instituido un gobierno militar bajo la figura del shogún, por el cual el emperador de Japón quedó a su sombra como un mero espectador de la situación política del país.
El liderazgo militar del país continuaría en manos de esta élite hasta la institución del shogunato Tokugawa en el siglo XVII por parte de un poderoso terrateniente samurái (conocido como daimyō) llamado Tokugawa Ieyasu, quien paradójicamente, al convertirse en la máxima autoridad al ser nombrado como shogún, luchó por reducir los privilegios y estatus social de la clase guerrera, proceso que finalmente culminó con su desaparición cuando el emperador retomó su papel de gobernante durante la Restauración Meiji en el siglo XIX.
El shogunato ejerció su poder desde 1603 hasta 1868. En 1603 declaró el Shakoku, que consistía en dejar a Japón alejada del resto del mundo. Entre las normas y prohibiciones, declaraba que bajo ningún concepto se permitía el acercamiento o desembarco de cualquier embarcación extranjera, que los japoneses que se encontraran en otros países no pudieran retornar y tampoco podía salir ningún japonés del país, pues estaba castigado con la pena de muerte.
En la sociedad feudal de entonces, los samuráis eran la casta más valorada; después estaban los nobles, la corte, los religiosos y, en una categoría inferior, artesanos, comerciantes, agricultores y el pueblo en general.
La mujer tenía el rol social de ama de casa o esposa de un cargo importante. Su condición de mujer la obligaba a ser obediente, y su imagen era frágil y vulnerable ante la fortaleza del hombre. Sin embargo, en este entorno existieron unas cuantas mujeres samuráis conocidas como Onna bugeisha, que literalmente significa «maestra de las artes marciales». Es un reducido grupo de esposas, hijas y hermanas de samuráis que desarrollaron actividades bélicas en el Japón feudal. Miembros de la clase bushi (samurái), fueron entrenadas en el uso de armas para proteger su casa, familia y honor en tiempos de guerra. A pesar de su escaso número, representan una importante e icónica presencia en el antiguo Japón.
Estas mujeres samuráis aparecieron mucho antes del periodo Tokugawa o periodo Edo, y eran instruidas para defender las tierras, el poblado o a su propia familia de posibles asaltantes.
Nakano Takeko nació en Edo y era hija del oficial Nakano Genai. Su gran maestro fue Akaoka Daizuke, quien, además de educarla en arte y literatura, le enseñó artes marciales. Se convirtió en una gran guerrera samurái, en una Onna Bugeisha especialista en el uso de la naginata.
Cuando estalló la guerra civil entre el shogunato Tokugawa al que ella servía y las tropas imperiales, Takeko se puso al frente de un grupo de mujeres samuráis a las que entrenó personalmente.
La guerra Boshin fue provocada por Estados Unidos cuando, en 1853, el comodoro Matthew Perry se presentó en la bahía con varios buques de guerra y con un ultimátum: si Japón no permitía la entrada en su puerto de los barcos estadounidenses en el plazo de un año, emprendería acciones militares contra el shogunato. En esos momentos, el líder del shogunato era Tokugawa Yoshinobu, quien hasta entonces había mantenido la posición de no dejar entrar a extranjeros a Japón, pero al ver la potencia armamentística de los Estados Unidos, en 1854 firmó el tratado de Kanagawa, permitiendo el acceso a los barcos norteamericanos.
En 1868 tuvo lugar la batalla de Aizu. Takeko, con veintiún años, lideró un grupo de veinte mujeres samuráis (incluidas su madre y su hermana), que se unió al ejército de 3000 hombres samuráis que se enfrentarían a los imperiales. La contundencia y fuerza con la que lucharon Takeko y sus guerreras sorprendió a los soldados imperiales, que en un inicio se disponían a apresarlas vivas, lo que causó numerosas bajas de imperiales, con lo cual cambiaron de estrategia para frenar los ataques constantes de Takeko y su grupo de bravas guerreras. La historia cuenta que Takeko siguió luchando a pesar de tener una herida grave en el pecho. Viendo que su suerte ya estaba echada, le pidió a su hermana morir con honor realizando el suicidio ritual del seppuku. La guerrera se ejecutó y su hermana le cortó la cabeza, para enterrarla a los pies de un árbol en el templo Hokaiji. «No se llevarán mi cabeza como trofeo» fueron sus últimas palabras; se erigió un monumento a su memoria junto a su tumba. Cada año un grupo de mujeres japonesas vestidas con hakama le rinden homenaje.