Cristina García Rodero es una fotógrafa que a través de su cámara nos hace ver cosas que solo adquieren realidad si sabemos mirar. Ha retratado a los niños, a los abuelos, a los cansados, a los solitarios, a los peregrinos, a los suplicantes, a los animales de trabajo, a los toreros… Ha sido reconocida con numerosos premios y ha recorrido el mundo plasmando momentos únicos.
Cristina García Rodero, la cámara que enseña a mirar
«Cuando salgo a la calle no veo nada; sin embargo, cuando cojo la cámara suceden muchas cosas, porque hay una voluntad de ver, de mirar. Y si miras, suceden cosas. Fotografiar es querer ver. Querer ver con sentimiento».
Cristina nos ha robado un instante a casi todos y a todo: a los niños, a los abuelos, a los cansados, a los solitarios, a los peregrinos, a los suplicantes, a los animales de trabajo, a los toreros… Ha posado su lente ambigua y omnipresente en medio de los entierros, de las fiestas, de las bodas y de las confesiones, de los hospitales, de las ceremonias y de los conciertos.
Se ha dedicado a detener el tiempo para capturar la emoción, las acciones, los detalles, la fragilidad, lo irreal y lo misterioso en el momento preciso y justo. Todo eso está congelado para siempre en sus fotografías: «Poesía, vida, fuerza, alegría… me encantaría que mis fotos estuvieran siempre llenas de eso».
Cristina García Rodero nació en Puertollano, en Ciudad Real; el 14 de octubre de 1949. A los dieciséis años viaja a Madrid para estudiar Pintura en la Universidad Complutense (se licenciará en Bellas Artes en 1972) . Durante esos primeros años estudiaba Pintura y eso la hacía feliz. En ese momento, la foto y las demás artes eran complementos de aquello que la llenaba por completo. Recibió una beca de Pintura en Italia pero no aprendía lo que le gustaba… Empezó a emplear su tiempo tomando fotografías y se decidió a pedir una beca en la Fundación Juan March. Esa beca fue la que la impulsó a recorrer España buscando las fiestas tradicionales (inmortalizará fiestas y rituales durante 15 años): «El viaje para mí es descubrimiento, conocimiento; poder compartir, ser testigo. Es regresar con un tesoro: traer imágenes que estén a la altura de lo vivido». El tesoro que compartió con todos fue dar a conocer estas festividades, profundas y llenas de contenido, distintas unas de otras, en un tiempo en que la tradición popular no se valoraba igual que ahora.
Cuando se dio cuenta, se había centrado en la fotografía y de pronto ya no hubo más espacio para otra cosa. Mirar por esa lente-espejo ha sido un trabajo de dar y tomar: «He sido muy generosa con la fotografía, pero también me ha dado mucho: el conocimiento de mí misma y de los demás». También a nosotros, sus boquiabiertos espectadores, nos ha permitido conocernos mejor; su obra es un retrato de todas las facetas del ser humano: lo sagrado, lo lúdico, lo erótico, lo cotidiano. «Creo que el fotógrafo lo que tiene que hacer es retratar la realidad, pero la realidad tiene muchos matices».
Cuando le preguntan qué piensa ella, qué ha aportado a la Agencia Magnum (para la que trabaja desde 2009), contesta resumiendo su vida: «El hecho de haber estado tan sola y no tener influencias y no tener que haber agradado a nadie ni pensar qué es lo que quería alguien ha tenido su precio en otras cosas, pero esa mirada fresca y honesta en compromiso con mi trabajo es lo que ha dado una obra especial, y creo que por eso estoy en Magnum, porque hay una mirada de autor, que es lo que ellos quieren».
Utiliza la cámara digital desde que se aventuró a fotografiar un ritual venezolano a la Diosa Madre en que tenía prohibido utilizar el flash; aunque su alma de pintora extraña la marca única de las cámaras antiguas que otorgaban las sales de plata.
En febrero del año 2013 fue nombrada académica de Bellas Artes. También ha sido profesora de fotografía y ha ganado muchísimos premios antes de eso (incluidos el del mejor fotógrafo del año en 1988, el premio nacional de la fotografía del Ministerio de Cultura en Madrid y el premio a la mejor trayectoria profesional española en fotografía de Madrid). Ha realizado exposiciones individuales en países tanto de Europa como América, y también ha participado en exposiciones colectivas.
Cristina fue llamada por la UNESCO y por Médicos sin Fronteras para hacer los documentos fotográficos de sus actividades en distintas zonas del mundo. Para ello viajó a Bosnia y a Sarajevo. Actualmente se la considera uno de los fotógrafos «de mayor relieve y trascendencia creativa» en nuestro país.
Cristina reconoce que su trabajo ha conllevado un esfuerzo enorme, muchísimo tiempo y dedicación que ha secuestrado del que podría corresponder a su tiempo libre, de ocio o con amigos. Tal vez porque le consta que la cámara es su mejor amigo no permite que el trabajo se convierta en tiranía y se propone rebelarse para hacer lo que quiere; probablemente pasear con los ojos bien abiertos: «Me gusta mirar y no sentir la presencia del tiempo, perderme por las calles».
Bibliografía
http://www.cadadiaunfotografo.com/2011/07/cristina-garcia-rodero.html
http://www.mecd.gob.es/cultura-mecd/dms/mecd/cultura-mecd/areas-cultura/promociondelarte/premios/premio-fotografia/fotopremiados/fotografia1996/CVGarciaRodero.pdf
Entrevista en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, en el Palacio de la Madgalena, en 2010 (you tube).
Entrevista en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, en el Palacio de la Madgalena, en 2010 (you tube).