Christine Grandville nació en 1908 en Varsovia, hablaba varios idiomas, montaba a caballo y era una gran esquiadora. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, viajó a Londres con el objetivo de unirse a la lucha por la libertad de su país y fue reclutada para combatir el nazismo en Inglaterra y Francia, convirtiéndose en la espía favorita de Churchill. Los dos países la condecoraron por sus hazañas.
Krystyna Skarbeck, la espía favorita de Churchill
María Krystyna Janina Skarbeck, también conocida como Christine Grandville, nació el 1 de mayo de 1908 en Varsovia, en el seno de una familia de aristócratas por parte de padre, y de ricos judíos por parte materna. Tuvo una educación exquisita, hablaba varios idiomas, montaba a caballo y era una gran esquiadora.
El crac financiero de la familia la obligó a trabajar en una fábrica de Fiat que le provocó una afección pulmonar. Los médicos le recomendaron llevar una vida sana, en contacto con la naturaleza, y se dedicó a practicar el esquí en el sur de Polonia. Fue precisamente practicando este deporte cuando tuvo un accidente que la obligó a dejar su vida tranquila, y por el que conoció al que sería su futuro marido, Jerzy Gizcki. Con él comienza una vida llena de aventuras digna de un guión cinematográfico.
Jerzy Gizcki, que había sido nombrado cónsul de Polonia en Etiopía, se trasladó con Christine a Addis Abeba. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, la pareja viaja a Londres con el objetivo de unirse a la lucha por la libertad de su país. Fueron reclutados por el Special Operations Executive (SOE), creado por Winston Churchill para combatir el nazismo en Inglaterra y Francia. Fue entonces cuando Krystyna se convirtió en Christine Grandville, la espía favorita de Churchill.
Ella, que además de belleza reunía valor y sagacidad, cumplió todos los objetivos impuestos. Y para ello sorteó todo tipo de peligros, como aterrizar en paracaídas sobre la Francia alemana. Ayudó a organizar un sistema de mensajeros polacos para que trajeran los informes de inteligencia de Varsovia a Budapest. Convenció a los oficiales de la Gestapo de que el paquete que intentaba introducir en Polonia solo era té para su madre enferma cuando, en realidad, se trataba de propaganda política. Cuando fue detenida junto a su segundo marido, Andrej Kowerski, en 1941, ganó su liberación fingiendo síntomas de tuberculosis pulmonar mordiéndose la lengua hasta sangrar. También consiguió rescatar a tres agentes aliados clave en el conflicto bélico que iban a ser fusilados. Christine dijo al comandante alemán Fritz Harlame: «Si aceptas, tu vida y la de tus tropas serán respetadas cuando lleguen los aliados. Si los tres prisioneros o yo sufrimos el menor daño, todos los alemanes de esta prisión, con usted al frente, serán ahorcados tan pronto sea ocupado este país». Y salieron indemnes de la prisión.
En todas sus biografías circula la anécdota en la que una patrulla alemana compró un perro para seguir el rastro de la espía. El animal se pasó inmediatamente al bando de Christine.
Christine siempre tuvo gran atractivo personal y nunca le faltaron pretendientes. Uno de ellos se disparó en una pierna y se lanzó al Danubio, desesperado ante la negativa de Christine.
Se mantuvo el rumor durante un tiempo de una relación con Ian Fleming, autor de las novelas de Jame Bond, el agente secreto 007.
La hija de Churchill confesó que a su padre le apasionaban las hazañas de Christine, a la que tildaba de «su favorita».
Acabada la Segunda Guerra Mundial, las proezas de Christine fueron reconocidas tanto por Francia, de la que recibió la Croix de Guerre, como por Gran Bretaña, que la nombró Oficial de la Orden del Imperio Británico por su contribución a la liberación de Francia; un premio que normalmente se asocia con los oficiales militares, equivalente a teniente coronel y un nivel por encima del premio más habitual de los miembros de la Orden del Imperio Británico dado a otras mujeres agentes de SOE.
Después de la guerra, Christine se quedó sin reservas financieras y se vio obligada a desempeñar trabajos como telefonista, azafata de barco o dependienta. Tampoco pudo volver a su país por asuntos burocráticos relacionados con su nacionalidad.
Al final, se embarcó en una vida de viajes sin rumbo fijo hasta que el 15 de junio de 1952 Dennis Muldowney, de la marina mercante, que había sido rechazado por Christine, acabó cortándole el cuello a puñaladas en el vestíbulo de un hotel de Londres. Muldowney fue condenado y ahorcado el 30 de septiembre de ese mismo año.
Christine Grandville fue enterrada en el cementerio de Santa María de Kensal Green, al nordeste de Londres.
Fue la mejor espía que tuvo la causa aliada y también la primera mujer en palabras de sus coetáneos.