María Montessori

María Montessori nació en 1870 en Italia, y falleció en Holanda en 1952.

Pedagoga, psicóloga, antropóloga, bióloga, escritora, doctora en Medicina y Filosofía por la Universidad de Roma, pasó a la historia por su innovador modelo de enseñanza, conocido en todo el mundo como el Método Montessori, que ayuda a los más pequeños a desarrollar la confianza en sus capacidades, para enfrentar con optimismo los retos de la vida. Su fin formativo es la educación de la voluntad, la autosuficiencia y la autonomía en todos los sentidos: intelectual, moral, social, emocional y física, lo que nos recuerda el planteamiento platónico de la educación, consistente en educir de cada ser humano aquello que da sentido a su vida.

Constituye una concepción filosófica del aprendizaje, de la relación entre educador y educando y de la finalidad social de la enseñanza. El Método Montessori desarrolla herramientas específicas y materiales educativos propios.

La idea fundamental del método es la no imposición, frente un sistema educativo a menudo pesado y represivo, nada eficaz a la hora de hacer aflorar el potencial que alberga todo niño.

Sus teorías se propagaron rápidamente. Hoy están extendidas por todo el mundo y son la base de la pedagogía moderna.

 


 

«La humanidad solo puede esperar una solución a sus problemas, de los que la paz y la unidad son los más urgentes, si dirige su atención y sus energías hacia el descubrimiento del niño y a hacer crecer la gran potencialidad humana que está en vías de formación».

María Montessori

Introducción

En el libro El Método Montessori, tal como se aplica en las «Casas de los Niños», expuesto y comentado para el magisterio y para las madres, de M. de Paew, se habla de las escuelas fundadas por María Montessori bajo el nombre «Casa dei Bambini», Hogar de los Niños, en las que los pequeños podían vivir en un medio favorable trabajando, libremente y sin la menor coacción, en su educación propia, bajo la tutela de maestras que habían recibido la consigna de «armarse de paciencia a fin de no intervenir jamás intempestivamente». Esto es lo que Montessori llamó autoeducación, es decir, educación por uno mismo, ya que según sus propias palabras «cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para nuestro desarrollo». Sus teorías se propagaron y se empezaron a aplicar en las escuelas Montessori que se fundaron en Italia, Suiza, España y en los Países Bajos a principios del s. XX, pero, sobre todo, tuvieron un éxito inmediato en los países anglosajones, principalmente en los Estados Unidos, donde se multiplicaron rápidamente. Hoy están extendidas por todo el mundo y son la base de la pedagogía moderna.

Sus teorías y métodos no solo iban dirigidos a la preparación de los futuros maestros, sino también a las jóvenes madres, que con ellos podían obtener indicaciones útiles para la educación racional de sus hijos. La esencia del Método Montessori es el respeto a la libre expresión de cada niño, proporcionándole los medios para que pueda desarrollar de forma natural todas sus potencialidades, ayudándole a ser quien realmente es, y a adaptarse a las propias circunstancias de la vida con autonomía y seguridad en sí mismo. Otra de sus ventajas es la de poder juntar en una clase a niños de diferentes edades y con distintos grados de conocimiento, pues cada uno se perfecciona por sí mismo y avanza según su potencial individual. Esto es algo que facilita enormemente la enseñanza en las escuelas rurales y en aquellas localidades en donde la escuela no puede escalonarse, al igual que ocurre en una familia, donde la madre vigila y educa conjuntamente a sus hijos de distintas edades y unos aprenden de otros enriqueciéndose mutuamente todos.

Pedagoga, psicóloga, antropóloga, bióloga, escritora, doctora en Medicina y Filosofía por la Universidad de Roma, María Montessori pasó a la historia por su innovador modelo de enseñanza, conocido en todo el mundo como el Método Montessori, que ayuda a los más pequeños a desarrollar la confianza en ellos mismos y en sus capacidades, para enfrentar con optimismo los retos y cambios de la vida. Su fin formativo es la educación de la voluntad, la autosuficiencia y la autonomía en todos los sentidos: intelectual al formar a un pensador crítico, moral a través de la reciprocidad y el respeto mutuo, social al trabajar conjuntamente con los demás, emocional al percibir la seguridad que le brinda su propia libertad de acción, y física desarrollando armónicamente sus capacidades motoras para encauzar su desbordante energía.

El trabajo propuesto por María Montessori constituye un modelo educativo y no solo un método aplicado a la enseñanza. La suya es una concepción filosófica del aprendizaje, de la relación entre educador y educando y de la finalidad social de la actividad enseñanza-aprendizaje. Basado en estas ideas, el Método Montessori desarrolla herramientas específicas y materiales educativos que están presentes en el trabajo de todas las instituciones que siguen sus planteamientos. Por ello, el conjunto de ideas y lineamientos desarrollados por ella se conoce también como «Filosofía Montessori».

La idea fundamental de su método es que está basado en la no imposición. Es una llamada de atención ante un sistema educativo que a menudo se ha demostrado como algo pesado y represivo, nada eficaz a la hora de hacer aflorar el potencial que alberga todo niño en su interior. Al ver lo que pretendía lograr María Montessori con su modelo de enseñanza, recordamos el planteamiento platónico de la educación, consistente en educir de dentro de cada ser humano aquello que constituye su verdadera esencia, que lo identifica como individuo y le da sentido a su vida. Es una pedagogía natural, inspirada en la idea de Kant cuando afirmaba que «El arte perfecto vuelve siempre a la naturaleza».

«Nuestros niños son muy distintos de todos los que llenan las escuelas; tienen la serenidad del que se siente feliz y la desenvoltura del que se siente dueño de sí mismo», afirmaba Montessori.

Biografía

Nació el 31 de agosto de 1870 en Chiaravalle, provincia de Ancona (Italia), en el seno de una familia burguesa católica. Fue hija única del matrimonio formado por Renilde Stoppani y Alessandro Montessori, descendiente este de una vieja familia noble de Bolonia y militar de profesión, austero y conservador. Desde niña se interesó siempre por conocer en profundidad todo cuanto la rodeaba. Esa inquietud y el amor por el estudio la llevaron a destacar en el campo de la ciencia, la psiquiatría y la filosofía, siendo al mismo tiempo una persona profundamente religiosa, feminista convencida y humanista en el más amplio sentido.

La infancia de María transcurrió tranquila y solitaria. En esa época a lo más que podía aspirar una mujer si quería estudiar era a ser maestra, pero afortunadamente en su familia se reconocía el derecho a cierta educación para la mujer. Así, a los catorce años estudió ingeniería, luego biología y después fue aceptada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Roma. En la sociedad machista de entonces no era nada habitual que una mujer pudiera ser médico. Sin embargo, ella se graduó con las mejores calificaciones en 1896.

Fue miembro de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Roma y, más tarde, estudió Antropología y obtuvo un doctorado en Filosofía, asistiendo también en esa época a uno de los primeros cursos de psicología experimental. Fue contemporánea de Freud y desarrolló su propia clasificación de enfermedades mentales. A través de su práctica profesional llegó a la conclusión de que los niños «se construyen a sí mismos» a partir de elementos de su propio ambiente y, para estar más segura, volvió a las aulas universitarias a estudiar Psicología. En 1906 decidió hacerse cargo durante el día de sesenta menores cuyos padres tenían que ir a trabajar, y abrió la primera «Casa dei Bambini», en Roma, el 6 de enero de 1907. En esa época compaginaba las tareas médicas y educativas con las de profesora de Antropología, maestra de niños con deficiencias y formadora de docentes. Llegó también a afiliarse al Movimiento Feminista Italiano, del que fue representante a nivel nacional en los Congresos de Berlín (1896) y de Londres (1899).

María se volcó en la educación infantil, profundamente interesada por la educación de los niños con deficiencias mentales, advirtiendo inmediatamente que el problema de estos niños, más que médico, era pedagógico. Empezó a aplicar sus propios métodos experimentales consiguiendo que los pequeños, ante el asombro de todos, aprendieran en poco tiempo a leer y escribir. ¿Cómo lo había conseguido? ¿Qué tipo de técnicas utilizaba esta jovencita que se movía con tanta celeridad y seguridad al mismo tiempo? Lo que hacía era reforzar la autoestima de los niños a través de juegos y de trabajos manuales, y una vez que ellos sentían que podían avanzar, María iba transmitiéndoles el conocimiento de las letras y de los números. En poco tiempo, la doctora empezó a ser respetada entre el pequeño grupo de profesores y de padres que la conocían, y ella pensó que su método podría ser aún más eficaz si lo ponía en práctica con chicos que no tuvieran ningún tipo de dificultad. Así fue desarrollando el que luego sería su famoso Método Montessori, que más tarde aplicó a toda clase de niños, con espectaculares resultados en todo el mundo.

En 1909 organiza el primer curso de guías Montessori, al que asistieron personas de todas las profesiones. Al finalizarlo y a petición de los numerosos asistentes, escribe su primer libro: El método de la pedagogía científica, en el que establece el desarrollo de los materiales necesarios y los fundamentos de su método.

En 1912 el científico, inventor y logopeda Alexander Graham Bell y su esposa Mabel invitan a María a visitar EE.UU. y abren la primera Casa de los Niños en ese país. Las escuelas empezaron a multiplicarse rápidamente. Otros valedores de María en Estados Unidos fueron Thomas A. Edison y Helen A. Keller, la famosa «alumna» de Anna Sullivan.

En 1926 se funda en Italia la Real Escuela del Método Montessori con el apoyo de Benito Mussolini. El número de escuelas va aumentando en todo el país y empiezan a aparecer también en otros, como Alemania. Más tarde, sin embargo, María renuncia a la ayuda del Duce, al comprobar que este quería adoctrinar a los niños para sus fines bélicos, lo cual era incompatible con la libertad fundamental de la filosofía de su método. Acusa entonces públicamente al fascismo de «formar a la juventud según sus moldes brutales» y a convertir a los niños en «pequeños soldados». Sus opiniones causaron tanta molestia al régimen, que el Duce mandó cerrar todas las escuelas de Italia, al igual que Hitler hizo con las de Alemania, y fue expulsada de Italia en 1934. Se instaló entonces en Barcelona, ciudad que se había interesado por sus métodos y donde había estado trabajando. Permaneció allí hasta que estalló la Guerra Civil, marchándose a Holanda, donde vuelve de nuevo a iniciar su intensa labor pedagógica.

Viaja a la India con su hijo Mario, por invitación de la Sociedad Teosófica de ese país con sede en Madrás, llegando a Adyar en marzo de 1939 para impartir un curso de capacitación de seis meses. A causa del estallido de la Segunda Guerra Mundial, se vieron obligados a prolongar su estancia en aquel país. Debido a su condición de italiano, Mario fue enviado por el Gobierno británico a internarse en un campo de trabajo para civiles, en Ahmendnagar. También impusieron restricciones a los movimientos de la doctora Montessori, aunque continuó su labor haciendo talleres con los niños de primaria e interesándose también por los más pequeños, de 0 a 3 años. Desarrolla entonces las Comunidades Infantiles como propuesta para sustituir a las guarderías. El 31 de agosto de 1940 (día del cumpleaños de María), los británicos liberaron a Mario.

Tras acabar la guerra volvió a Europa en 1946, y dirigió en Londres un programa internacional de entrenamiento. En 1947 regresó a su país, Italia, de donde había tenido que exiliarse años antes, y esta vez fue recibida con todos los honores. En 1948 vuelve a viajar a la India para seguir impartiendo cursos. Allí trabajó con R. Tagore y en 1949 publicó en Madrás The absorbent mind, obra que completa la revisión de su pensamiento.

Se abren más Escuelas Montessori en Europa y se inicia el movimiento a nivel mundial. María recibe la Legión de Honor de Francia por su destacada labor en el campo de la educación, y es nominada tres veces (1949, 1950 y 1951) para el Premio Nobel de la Paz.

Tras haber sobrevivido a tres guerras, María Montessori se empezó a cuestionar cuál iba a ser el futuro de la humanidad y afirmaba, profundamente convencida, que la respuesta había que encontrarla en la educación de los niños. Ella había comprobado, a lo largo de muchos años de experimentación, que el niño es un ser especial y diferente del adulto, y había que tener esto muy en cuenta para poder ayudarle a desarrollarse libremente y a convertirse en una persona madura y coherente, capaz de mejorar un mundo tan maltrecho y dolorido como el que tenía ante sus ojos, y de crear un futuro mejor para toda la humanidad.

En 1949 se estableció definitivamente en Ámsterdam, y en 1950 fue nombrada Doctora Honoris Causa por la Universidad de esta ciudad.

Falleció en Noordwijk (Holanda) el 6 de mayo de 1952,a los 82 años de edad, pero su pensamiento sigue vivo en las muchas instituciones educativas alrededor de todo el mundo que día a día aplican su método. Su nombre y su obra estarán siempre en la memoria de todos, y mundialmente se la recuerda como la gran reformadora de la educación.

Su hijo Mario

El 31 de marzo de 1898 nació su hijo Mario, fruto de un desafortunado romance con Giuseppe Montesano, psiquiatra y profesor suyo, que la abandonó. María hubo de ceder a las presiones familiares para no provocar un escándalo en la puritana sociedad de la época por ser madre soltera, y su hijo le fue arrebatado y enviado a ser discretamente criado por una familia en el campo, cerca de Roma. El niño no conoció quién era su verdadera madre hasta que tuvo quince años. Según Mario, solamente los padres de María y unos pocos amigos cercanos sabían de su existencia.

Cuando tenía diecisiete años, Mario acompañó a su madre a los Estados Unidos. La estancia en aquel país en esta ocasión fue bastante dura para ella, siendo su hijo siempre una presencia tranquilizadora. Esto, probablemente, marcó el comienzo de una relación permanente entre madre e hijo, tanto en el trabajo como en la vida personal. A principios de la década de 1920, María Montessori había perdido a algunos de sus amigos y su hijo comenzó a ocupar un lugar cada vez más importante en su vida. Él protegió a su madre de quienes se le acercaban para aprovecharse de su fama. Comenzó a acompañarla en todas sus giras y también la ayudó activamente en la realización de sus cursos.

En 1929, ambos fundaron la Asociación Montessori Internacional (AMI) como un órgano para supervisar las actividades de las escuelas de todo el mundo y la formación de los docentes, divulgando y promoviendo el Método Montessori por todo el mundo y salvaguardando su legado.

Después de la creación de la AMI, las actividades del movimiento se hicieron cada vez más organizadas gracias a los esfuerzos de Mario. Él se encargaba de tratar con la gente y, en este ámbito, su actuación fue cada vez más crucial. Se convirtió en el protector de su madre, lo cual daba a esta la necesaria libertad y tranquilidad para continuar su trabajo. Viajaba con ella y se hizo cargo cada vez más de las tareas para organizar y administrar las actividades de la AMI. A medida que María envejecía, se iba haciendo más dependiente de su hijo en innumerables detalles de la organización de su trabajo.

Entre 1939 y 1946, María Montessori realizó dieciséis cursos de capacitación en la India. Ella daba sus conferencias en italiano y Mario las traducía al inglés. Se formaron así más de mil profesores en la India con el Método Montessori. En 1946, ambos regresan a Holanda tras permanecer en la India casi siete años.

María continuó viajando por todo el mundo popularizando su método de enseñanza, siendo Mario su constante compañero. Llevaron a cabo cursos y conferencias en Inglaterra, Escocia, Alemania, Italia, Ceilán, India, Pakistán, Holanda, Francia y Estados Unidos.

Tras la muerte de su madre en 1952, Mario se hizo cargo de la dirección de la AMI y siguió difundiendo activamente el Método Montessori, continuando con los cursos de formación. En 1956 publicó el libro Las tendencias humanas y la educación Montessori. En 1970, la Universidad Edgecliffe (EE.UU.), le concedió un Doctorado Honoris Causa. Asimismo, implementó el programa de formación de instructores por primera vez en 1976.

A causa de una enfermedad que le causó ceguera, Mario Montessori murió el 10 de octubre de 1982. Hasta su muerte, continuó dirigiendo la Asociación Montessori Internacional (AMI), con sede central en Holanda, que sería la encargada de salvaguardar el legado de la doctora Montessori. Sucede a Mario en la dirección de la AMI su hija Renilde.

Maria Montessori junto a su hijo

El método Montessori y sus antecedentes pedagógicos

La metodología Montessori es tanto un método como una filosofía de la educación. Desarrollada a partir de las experiencias que recogió de su trabajo pedagógico con niños en situación de exclusión social, basó sus ideas en el respeto hacia los niños y en su impresionante capacidad de aprender. Los consideraba como la esperanza de la humanidad, por lo que dándoles la oportunidad de utilizar la libertad a partir de los primeros años de desarrollo, el niño llegaría a ser un adulto con capacidad de hacer frente a los problemas de la vida, incluyendo los más grandes de todos, la guerra y la paz. El material didáctico que diseñó es de gran ayuda en el período de formación preescolar.

Actualmente puede parecer difícil comprender bien el impacto que tuvo María Montessori en la renovación de los métodos pedagógicos de principios del siglo XX, ya que la mayoría de sus ideas hoy parecen evidentes. Pero, en su momento, fueron innovaciones radicales que incluso levantaron controversias entre los sectores más conservadores.

Montessori había estudiado los trabajos de dos médicos franceses, Jean Itard (1774-1838), padre de la nueva pedagogía, que establece la importancia de la observación en los niños y entiende que a los niños no se les puede imponer nada (él creó ejercicios y materiales para ayudar al niño a desarrollar sus facultades, y estudió al niño salvaje de L’Aveyron); y de Eduardo Séguin (1812-1880), que buscaba las causas de las deficiencias mentales, y desarrolló material especial partiendo de la intuición de que cualquier cosa que llega a la mente pasa por los sentidos; estos, con el uso adecuado de ciertos materiales, se pueden refinar y desarrollar para que el niño se ayude a sí mismo, o sea: auto-educación y auto-desarrollo. Séguin creía que la deficiencia mental era un problema en la captación de la información de los sentidos por la mente. Demostró que el uso de estos materiales no era suficiente, sino que hace falta la convicción de que el niño deficiente puede ser ayudado. Al morir Séguin, su labor quedó abandonada.

Conoció también los trabajos de Pestalozzi (1746-1827), pedagogo suizo, que ponía énfasis en la preparación del maestro, que primero debe lograr un cambio en su persona y, sobre todo, debe tener amor a su trabajo. Pestalozzi estaba convencido de que también debe haber amor entre el niño y el maestro, un amor como el que sentía María por todos los niños.

En la obra El legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI, de varios autores, se habla de la enorme influencia que ha tenido el método pedagógico de María Montessori en el siglo XX: «Sin ella la educación infantil sería otra cosa; (…) es una de las mejores representantes del movimiento de renovación escolar que más ha influido quizá en los últimos cien años (la Escuela Nueva); (…) su presencia, en buena parte convertida ya en anónima, se percibe en muchísimo del material escolar que se utiliza para los más pequeños e incluso en las tiendas de juguetes».

En la misma obra se dice: «Creer en la capacidad de cada uno de los niños es el primer paso para potenciar su crecimiento. Las diferencias individuales que se observan en el grupo no solo no impiden un buen funcionamiento, sino que, al fomentar el educador un clima de colaboración, enriquecen a todos sus componentes». Según Jaume Trilla, coordinador de la mencionada obra, el nombre de María Montessori es de los pocos que se conocen fuera del ámbito profesional pedagógico, aunque solo sea porque hay en todo el mundo muchas escuelas que se llaman Montessori.

La premisa de que los niños son sus propios maestros y que para aprender necesitan libertad y multiplicidad de opciones entre las cuales escoger, inspiró a María Montessori en todas sus batallas por reformar la metodología y la psicología de la educación. Su método se basaba en fomentar la iniciativa infantil y en desarrollar la autonomía del niño y su capacidad de respuesta, ofreciéndole materiales didácticos especialmente diseñados para él y apropiados a su tamaño, indispensables para el ejercicio físico y para su desarrollo moral. Con una gran diversificación del trabajo y dándoles la máxima libertad posible, cada niño aprendía por sí mismo e iba descubriendo cada objeto que tenía entre sus manos, avanzando al ritmo de sus propias capacidades y de su propia imaginación.

El maestro tenía que dejar que el alumno expresara sus gustos, sus preferencias y, algo más importante aún, había que dejar que se equivocara y volviera a intentar lo que había iniciado. Montessori insistía en que el rol del maestro rígido y dominante había que cambiarlo y dejar que el alumno tuviera un papel más activo y dinámico en el proceso de aprendizaje: «Nadie puede ser libre a menos que sea independiente; por lo tanto, las primeras manifestaciones activas de libertad individual del niño deben ser guiadas de tal manera que a través de esa actividad el niño pueda estar en condiciones para llegar a la independencia».

Gracias a ella se dejó de lado, además, la típica idea de las aulas de clase oscuras, sin ventanas, ambientadas únicamente con un pizarrón negro, donde los alumnos estaban como estatuas alineados en sus bancos y, en cambio, empezó a valorarse la importancia que tenían los lugares agradables, amplios y aireados, donde los pequeños podían moverse sin problemas y contaban con material didáctico, elementos como cubos, cajas de colores, etc., que contribuían a estimular el cerebro, el intelecto y la capacidad de comunicación infantil. Sus innovadores métodos empezó a llevarlos a la práctica cuando fundó la primera Casa dei Bambini, un lugar que contaba con pequeños muebles sencillos, espacioso, diáfano, que disponía de jardín y de un magnífico material pedagógico (formas geométricas, aros, palos, lápices, pinceles y pinturas de varios colores) que iban haciendo que el aprendizaje fuera ameno, casi como un juego. La influencia que tuvo la doctora con su sistema fue mundial y gran parte de sus ideas hoy forman parte de nuestro conocimiento, lenguaje y manera de entender a los niños y los procesos educativos.

Los principios básicos de la metodología Montessori

Por primera vez, una técnica pedagógica incluía en su fórmula la idea de que el aprendizaje debía provocar felicidad y alentar la propia creatividad y capacidad natural de los niños. Algunas de las ideas que María Montessori puso en práctica están aquí resumidas:

  • El nivel y tipo de inteligencia se conforman fundamentalmente durante los primeros años de vida. A los cinco años, el cerebro alcanza el 80% de su tamaño adulto. La plasticidad de los niños muestra que la educación de las potencialidades debe ser explotada comenzando tempranamente.
  • Los conocimientos no deben ser introducidos dentro de la cabeza de los niños. Por el contrario, mediante la información existente los conocimientos deben ser percibidos por ellos como consecuencia de sus razonamientos.
  • Lo más importante es motivar a los niños a aprender con gusto y permitirles satisfacer la curiosidad y experimentar el placer de descubrir ideas propias en lugar de recibir los conocimientos de los demás.
  • Permitir que el niño encuentre la solución de los problemas. A menos que sea muy necesario, no aportar desde afuera nuevos conocimientos. Permitir que sean ellos los que construyan sobre la base de sus experiencias concretas.
  • Con respecto a la competencia, la doctora Montessori creía que este comportamiento debía ser introducido solo después de que el niño tuviera confianza en el uso de los conocimientos básicos. Entre sus escritos aparece: «Nunca hay que dejar que el niño se arriesgue a fracasar hasta que tenga una oportunidad razonable de triunfar».
  • Ella consideraba que no se podían crear genios, pero sí darle a cada individuo la oportunidad de satisfacer sus potencialidades para constituirse en un ser humano independiente, seguro y equilibrado.
  • Otro de sus conceptos innovadores fue que cada niño marca su propio paso o velocidad para aprender y esos tiempos hay que respetarlos.

Algunas anotaciones recogidas de textos de la doctora Montessori

La mente de los niños

La mente de los niños posee una capacidad maravillosa y única: la capacidad de adquirir conocimientos absorbiendo con su vida psíquica. Lo aprenden todo inconscientemente, pasando poco a poco del inconsciente a la conciencia, avanzando por un sendero en que todo es alegría. Se les compara con una esponja, con la diferencia que la esponja tiene una capacidad de absorción limitada; la mente del niño es infinita. El saber entra en su cabeza por el simple hecho de vivir. Se comprende así que el primer período del desarrollo humano es el más importante. Es la etapa de la vida en la cual hay más necesidad de una ayuda, una ayuda que se hace no porque se le considere un ser insignificante y débil, sino porque está dotado de grandes energías creativas, de naturaleza tan frágil que exigen, para no ser menguadas y heridas, una defensa amorosa e inteligente.

Los períodos sensibles

Los períodos sensibles son períodos en los cuales los niños pueden adquirir una habilidad con mucha facilidad. Se trata de sensibilidades especiales que permiten a los niños ponerse en relación con el mundo externo de un modo excepcionalmente intenso, son pasajeras y se limitan a la adquisición de un determinado carácter.

El ambiente preparado

Se refiere a un ambiente que se ha organizado cuidadosamente para el niño, diseñado para fomentar su autoaprendizaje y crecimiento. En él se desarrollan los aspectos sociales, emocionales e intelectuales y responden a las necesidades de orden y seguridad. Las características de este ambiente preparado permiten al niño desarrollarse sin la asistencia y supervisión constante de un adulto. El diseño de estos ambientes se basa en los principios de simplicidad, belleza y orden. Son espacios luminosos y cálidos, que incluyen lenguaje, plantas, arte, música y libros. El salón es organizado en áreas de trabajo, equipadas con mesas adaptadas al tamaño de los niños y áreas abiertas para el trabajo en el suelo. Estanterías con materiales pertenecientes a dicha área de desarrollo rodean cada uno de estos sectores. Los materiales son organizados de manera sistemática y en secuencia de dificultad.

El rol del adulto

El rol del adulto es guiar al niño y darle a conocer el ambiente en forma respetuosa y cariñosa. Ser un observador consciente y estar en continuo aprendizaje y desarrollo personal.

El verdadero educador está al servicio del educando y, por lo tanto, debe cultivar la humildad, para caminar junto al niño, aprender de él y juntos formar comunidad.

«El niño, con su enorme potencial físico e intelectual, es un milagro frente a nosotros. Este hecho debe ser transmitido a todos los padres, educadores y personas interesadas en niños, porque la educación desde el comienzo de la vida podría cambiar verdaderamente el presente y futuro de la sociedad. Debemos tener claro, eso sí, que el desarrollo del potencial humano no está determinado por nosotros. Solo podemos servir al desarrollo del niño, pues este se realiza en un espacio en el que hay leyes que rigen el funcionamiento de cada ser humano, y cada desarrollo tiene que estar en armonía con el mundo que nos rodea y con todo el universo».

Bibliografía consultada:

El Método Montessori: tal como se aplica en las ‘Casas de los Niños’, expuesto y comentado para el magisterio y para las madres. M. de Paew. Sección Ciencia y Educación. Espasa-Calpe, S.A. Madrid, 1935.

Ideas generales sobre el método. Manual práctico. M. Montessori. Colección Clásicos CEPE. Madrid, 1994.

El legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI. J. Trilla Bernet y otros. Graó. 4.ª edición, Barcelona, 2007.

El método de la pedagogía científica, M. Montessori. Biblioteca Nueva. 4.ª edición, Madrid, 2014.

– Varios artículos y reseñas de Internet.

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