María Dolores Pérez Enciso

MARÍA DOLORES PÉREZ ENCISO

«Mujer serena, de ojos de extraordinaria dulzura, despertadora de simpatías, de afectos y amistades: generosa, escritora de talento y poetisa inspirada y penetrante».

Así es como describe Nieto Caballero, amigo y prologuista de su primer libro, De mar a mar, a María Enciso.

María Dolores Pérez Enciso vivió momentos convulsos de la historia, primeramente la Guerra Civil española y más tarde la Segunda Guerra Mundial. La soledad en medio de la multitud, en cualquiera de los países que visitó y en que vivió, es una constante en su vida, soledad que le producirá profundas sensaciones y sentimientos contradictorios. En María se aprecia una tendencia, una inclinación, una fuerza casi incontrolable que la llevan hacia la inestabilidad y la fragilidad que produce el desarraigo, la pérdida de aquello que amamos profundamente.

Su figura puede enmarcarse dentro de la Generación del 27 junto a otras mujeres de relieve y poetas como Lorca y Alberti. El estilo literario de su prosa y de su lírica es depurado y muy cuidado.

Maestra, escritora, periodista y comprometida políticamente con la República, nació en Almería el 31 de marzo de 1908. Su niñez y adolescencia transcurrieron entre Almería y Barcelona. En 1923 comienza su carrera de Magisterio en la Escuela Normal de Maestras de Almería. En octubre de este mismo año solicita traslado de expediente a la Normal de Barcelona, donde acabaría su carrera en 1927. Una vez afincada allí, frecuentó los ambientes intelectuales y universitarios de la gran ciudad; se sabe que fue asidua contertulia de la Residencia de Estudiantes de Ríos Rosas, donde en 1926 conoce a Gabriela Mistral, que en el jardín de la casona, contaba su vida en Chile y recitaba sus poemas.

María era una persona inquieta, receptiva, aperturista, culta, sensible y buscadora. Se casó con Francisco del Olmo, aunque pronto aparecieron desavenencias que condujeron a la separación. De esta unión quedó una hija, que acompañaría a su madre al exilio y que vivió con ella hasta el final de sus días.

En los momentos convulsos de la historia de España, María era militante política, seguramente en la búsqueda de algo que pulsaba en su alma. Por su adhesión a la República se vería obligada a cruzar la frontera en enero de 1939; ya en el exilio actuó como delegada de la República supervisando el acomodo de los niños españoles en Bélgica, donde se instaló.

En su libro Europa fugitiva describe su agónico deambular una vez que cruzó los Pirineos. En Francia, acude a los campos de concentración, sórdidos e inhumanos; el espectáculo terrible del hambre, la tortura y las humillaciones, la aterran, le duelen. De estos infiernos va reclutando a niños perdidos y colocándolos en hogares e instituciones belgas. Son los niños los seres de la diáspora que más la conmueven, los niños sin infancia, los niños evacuados caminando por tierras duras y extrañas, aquellos niños tristes y envejecidos. Con estos niños volcó toda su generosidad y realizó una gran labor humanitaria.

La ocupación de Bélgica por las tropas nazis es inexorable; María y su hija se unen a las gentes que huyen a Francia. María tiene la certeza de que no pueden permanecer en París y prosiguen hacia Inglaterra. Desde Liverpool comienzan un largo viaje por el entonces peligroso Atlántico: veinte días de navegación en un trasatlántico británico cargado de checos, judíos, alemanes, belgas, holandeses, lituanos, austriacos, españoles, etc.

Se instala en Colombia y permanece hasta 1945. Escribió críticas literarias, cuentos, artículos y poemas para periódicos y revistas colombianas ; también publicaron sus dos primeros libros: Europa fugitiva y Cristal de las horas. Años más tarde afirmaría que en el periodismo y en la literatura encontró el consuelo y la razón de una nueva vida. María deja Colombia, se detiene brevemente en Cuba y finalmente en México. Aquí moriría, cuando tenía solo cuarenta y un años.

La María periodista nos muestra en su primer libro, Europa fugitiva, treinta «estampas» en las que describe el éxodo español y europeo. Ante nosotros desfila una lacerante procesión de seres exhaustos, niños, ancianos, hombres, mujeres, sin más anhelo que la huida, la salvación.

La lírica aparece en el momento en que decide interiorizarse, manifestar situaciones interiores del alma. En ella se fusionan la abstracción poética con las experiencias vividas. Sus temas son:

– España. El dolor por la España perdida y el recuerdo melancólico de su Almería como un remanso de paz, como un anhelo de una vida sencilla en la que se hubiera querido sumergir.

– El amor. Es una constante en su obra: amor a la madre; el amor reflejado de la naturaleza, la visión de la naturaleza como emanación del amor; el amor representado por el hombre real que sueña. Pero aun el amor humano requiere una conexión, una unión más allá de la atracción física; un amor profundo de almas, y lo expresa así.

«Los dos juntos, los dos solos.

Tu mano en mi mano,

tu alma, en mi alma».

– El paisaje. La poetisa no realiza una descripción del paisaje sino que lo utiliza como soporte para expresar momentos emocionales del alma. En María se hace verdad lo de que «el paisaje es un estado del alma». De nuevo es el amor que se funde con toda la naturaleza. La Vida Una palpita en sus versos.

– La soledad. María muestra sus sentimientos de soledad, nostalgia y melancolía desde el fondo de su corazón provocando un estado anímico de dolor, de lucha; se encierra en su ser interior, en lo más íntimo de sus emociones en busca de esperanza.

– La patria. Es el epicentro de su vida. Es la conciencia acosadora del exilio, la rebelión contra la historia impuesta, la imagen obsesionante de la patria que le arrebataron; a María Enciso le duele España. Cuando le vienen a la memoria los niños de la guerra, su poesía se convierte en un grito de dolor sobrehumano. En su obra titulada De mar a mar, transmite su mensaje trasladándose a su Mediterráneo natal, a las costas de su patria. Su alma peregrina evoca constantemente a Almería; su poesía soñadora recorre la ciudad por los bellos y tranquilos rincones, se pasea a lo largo de toda la provincia con sus contrastes de mar y sierra; de fondo, siempre la luz omnipresente de Almería.

María aguarda la caída del régimen franquista, lo que ella consideraba la resurrección de la patria. Sin embargo, el destino le tenía preparada una temprana muerte, como única posibilidad de fundirse con su tierra, con sus raíces; una muerte que en lo más profundo era una esperanza.