Helen Keller

Helen Keller fue un ejemplo de tesón y voluntad para vencer dificultades. Consiguió tener éxito como escritora, oradora y activista política. Se dedicó a defender los derechos de los trabajadores y especialmente los de las personas con discapacidades. Su gran mérito fue que lo hizo siendo ciega y sorda desde que tenía un año de edad.

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«Es mejor ser ciego y ver con el corazón, que tener dos ojos buenos y no ver nada».

La vida de Helen Keller es la historia de una voluntad de hierro por superarse y la lucha por ayudar a los más débiles.

Nació el 27 de junio de 1880 en Tuscumia, Alabama, Estados Unidos. A la edad de diecinueve meses, sufrió una grave patología, una extraña fiebre cerebral que los especialistas actuales consideran como escarlatina, sarampión o meningitis.

La enfermedad no duró mucho tiempo pero dejó secuelas importantes: pérdida de audición y visión e incapacidad para hablar. A pesar de que nadie pensaba que sobreviviría, aprendió a comunicarse con Martha, la hija de la cocinera de la familia. Las dos niñas desarrollaron un lenguaje de señas con las que se relacionaban entre sí. Su intelecto pudo más que todas sus limitaciones y, a la edad de siete años, ya había inventado más de sesenta señas distintas.

A pesar de su progreso, su madre quiso que Helen recibiera una atención especial y para ello se pusieron en contacto con el mismísimo Alexander Graham Bell, quien trabajaba con jóvenes sordos. Este aconsejó que Helen ingresara en el Instituto Perkins para Ciegos del sur de Boston. Allí le fue asignada una institutriz e instructora; se llamaba Anne Sullivan y también tenía deficiencias visuales. Este fue el inicio de un período de cuarenta y nueve años de intenso trabajo y profunda amistad.

Anne Sullivan se instaló con los Keller en marzo de 1887 y lo primero que exigió fue aislar a la niña del resto de la familia, en una pequeña casa en el jardín, pues consideraba que su primera tarea era enseñarle disciplina, ya que debido a su enfermedad había sido extremadamente mimada y tenía un carácter terrible.

Comenzó enseñándole a deletrear los nombres de los objetos con su propia mano, empezando por una muñeca que le trajo como regalo de bienvenida. Los primeros momentos fueron muy duros, porque Helen no conseguía entender que había una única palabra para designar cada objeto. El gran avance de Helen llegó al mes siguiente, cuando se dio cuenta de que los movimientos que su maestra hacía en la palma de su mano, mientras hacía correr agua fresca sobre su otra mano, simbolizaban la «idea» del agua.

Fue en esa época cuando comenzó a percibir ideas abstractas al comprender que la palabra también podía designar sentimientos. A través del lenguaje, Anne pudo enseñar a Helen a pensar inteligiblemente y a expresarse usando un método denominado «Tadoma», que consiste en tocar los labios de la persona con la que se conversa mientras habla, lo que permite sentir las vibraciones.

El siguiente desafío fue aprender a leer; para facilitarle el aprendizaje, su maestra le proporcionaba pequeños cartones con letras en relieve con los que ordenaba palabras y formaba oraciones cortas. Su avance fue tan espectacular que la llevó a aprender a leer francés, alemán, griego y latín en braille. Posteriormente, Helen recibió clases de aritmética, zoología, botánica e historia.

En mayo de 1888 se traslada junto a su maestra al Instituto Perkins para Ciegos en Boston. Allí Helen se relaciona con otros niños ciegos y la emoción que sintió la expresa con estas palabras: «Me sería imposible expresar cuánta fue mi alegría, viendo que todos comprendían el alfabeto manual».

Desde la infancia, Helen soñaba con poder ir a la universidad y, en 1900, cuando Helen tenía veinticuatro años, se incorpora al Radcliffe College. En 1904, se graduó obteniendo la calificación de cum laude y llegó a ser la primera persona sorda en graduarse en la universidad.

Radcliffe tuvo una gran influencia en la formación de su ideología política. Comenzó interesándose por los derechos de los trabajadores a raíz de leer que el mayor porcentaje de ciegos se hallaba en los estratos bajos de la población debido a las precarias condiciones laborales en las fábricas. Posteriormente se la relacionó con movimientos socialistas femeninos. Durante toda su vida mantuvo una postura pacifista y, luego de unirse al partido socialista, sus opiniones políticas se afianzaron al estar en contacto continuo con la realidad cotidiana de los trabajadores y sus pésimas condiciones de trabajo; entonces se dedicó a realizar fuertes campañas denunciando la explotación de la clase trabajadora. Su compromiso con los más desfavorecidos lo expresó rotundamente: «He visitado talleres donde se explota al obrero, fábricas y barrios enteros. No los podía ver pero los podía oler».

En 1912, después de sentir que el socialismo parlamentario «se hundía en el pantano político», se unió a la llamada Unión Industrial, los Trabajadores Industriales del Mundo (Industrial Workers of the World), de orientación entre el sindicalismo revolucionario y el anarcosindicalismo; entonces escribió: «Me convertí en un trabajador industrial del mundo». Helen escribió incansablemente sobre su motivación para el activismo, que fue motor de su interés por la ceguera y otras incapacidades.

Con su tremenda fuerza de voluntad, su tesón y sus profundas convicciones, llegó a ser una oradora y escritora mundialmente famosa. La historia de mi vida, obra autobiográfica, fue su primera obra y ha sido traducida a más de cincuenta idiomas. Actualmente, esta obra forma parte del programa obligatorio de literatura en muchas escuelas de Estados Unidos.

La formación de Keller significó un avance importante en la educación especial. Se convirtió en un ejemplo de superación y coraje, así como también un símbolo de la lucha por los derechos de personas con discapacidad.

Helen y Anne Sullivan viajaron a más de treinta y nueve países, incluido Japón, donde eran muy apreciadas; conoció a cada presidente estadounidense desde Grover Cleveland hasta John F. Kennedy. Tuvo una larga y feliz vida, muriendo a los ochenta y ocho años de edad.

De quién fue esta alma grande y generosa que ha dejado una huella imborrable en la historia de la humanidad nos hablan las siguientes frases:

«No puedo hacer todo, pero aun así puedo hacer algo; y justo porque no lo puedo hacer todo, no renunciaré a hacer lo que sí puedo».

«Nunca se debe gatear cuando se tiene el impulso de volar».