Gertrude Belle Elion: la mujer que salvó millones de vida desde su laboratorio
Gertrude Belle Elion se dedicó a la investigación bioquímica con exitosos resultados en el descubrimiento de nuevos medicamentos. Recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina.
Como tantas otras mujeres de las que hemos hablado en artículos anteriores, el hecho de ser mujer le cerró muchas puertas en su carrera científica, pero esto no impidió que siguiera aprendiendo y creciendo hasta el punto de ser galardonada con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por el descubrimiento de las claves sobre el desarrollo y el tratamiento de medicamentos.
Gracias a ella se pusieron en marcha tratamientos para enfermedades tan extendidas como la leucemia, la gota o la malaria; pero, a pesar de todo, su nombre no es común en las listas de mujeres científicas que merecen ser recordadas, por lo que hoy hemos decidido darle difusión a su historia, que sin duda merece no ser olvidada nunca.
Biografía
Gertrude nació en 1918 en Nueva York, en el seno de una familia de inmigrantes judíos, en un barrio humilde, y murió por causas naturales en Carolina del Norte con ochenta y un años de edad.
Desde niña demostró una sed insaciable de conocimientos. «Fue una persona con gran determinación y perseverancia».
Su pasión por la ciencia estaba marcada por una tragedia que ocurrió durante su adolescencia: cuando Gertrude tenía quince años, su abuelo falleció a causa de un cáncer de estómago. Su muerte fue como un revulsivo. Marcada por el dolor de la pérdida, decidió que dedicaría su vida a la ciencia «para intentar encontrar algún día un remedio contra esa terrible enfermedad».
Su tenacidad la llevó a estudiar Química en el Hunter College cuando solo tenía quince años, dos menos de lo que correspondía. Con una gran resolución, consiguió obtener la licenciatura de forma gratuita gracias a su buen expediente académico
Las dificultades continuaron al salir de la Facultad. No había mucho trabajo; además, las mujeres científicas tenían más difícil el acceso al mundo laboral. «En una entrevista de trabajo, fue rechazada por temor a distraer la atención de los trabajadores que, por supuesto, eran todos hombres».
Gertrude combinó la enseñanza con un pequeño empleo de ayudante de laboratorio para costearse los estudios de postgrado.
En 1939 empezó un máster de Química en la Universidad de Nueva York. Era la única mujer que había.
Trabajaba por la mañana en un consultorio médico como recepcionista, y por las tardes, como profesora de Química y Física. Dedicaba las noches y los fines de semana a estudiar el máster, el cual termino en 1941.
Nunca se casó ni tuvo hijos. Después de buscar trabajo en muchas agencias, encontró un puesto de ayudante de George Herber, en los laboratorios Burroughs Wellcome, en 1944. Adquirió grandes conocimientos y responsabilidades y no solo se dedicó a la química orgánica, sino que extrapoló sus estudios al campo de la microbiología, la enzimología, la inmunología y la farmacología.
Ambos consiguieron obtener fármacos eficaces contra la leucemia, la gota, las infecciones urinarias, la malaria, el herpes viral y diversas enfermedades autoinmunes.
Estudiaron diferencias bioquímicas y fisiológicas entre las células normales y las cancerosas del cuerpo humano, como las células bacterianas y los virus, y las relaciones causa-efecto en numerosas enfermedades.
Con toda la información obtenida, estudiaron la forma de elaborar medicamentos que inhibieran el desarrollo de una patología y, sobre todo, de un cáncer.
Sus sueños de niña, marcados por la muerte de su abuelo y su prometido, cristalizaron en terapias que lograban curar a los pacientes.
Así fue como en 1950 llegaría la primetamina, un tratamiento exitoso en el tratamiento de la malaria. La lista de fármacos pronto empezó a engrosar con trimetoprina y azatioprina. Con la azatioprina pudieron demostrar su eficacia como inmunosupresor en pacientes receptores de trasplantes.
La vida de Gertrude es, sin duda, ejemplo para miles de mujeres en todo el mundo. Ella solía repetir: «Nada en la vida llega fácilmente, por lo que no debemos tener miedo a trabajar duro». Con su constancia y esfuerzo consiguió tratamientos efectivos para millones de pacientes en todo el mundo. Consiguió mucho para una mujer que luchó contra el tiempo en que le tocó vivir.