Ida Bell Wells-Barnett fue una verdadera abanderada en la lucha por la preservación los derechos humanos. Su implacable batalla pública contra las injusticias de Lynching le ganó más enemigos que amigos en su época, pero hoy se la recuerda como una mujer fuerte e incansable y una verdadera heroína estadounidense.
Si hay algo que me conmueve de esta fotografía es la mirada de decisión y determinación de esta increíble mujer que me ha enternecido conocer. Nacida en 1862 en Holly Springs, Mississippi, de padres que fueron esclavos hasta su liberación tras la Guerra de Secesión, condenó enérgicamente los linchamientos estadounidenses en el Sur. Su trabajo como docente, periodista y activista de derechos humanos atrajo la atención mundial a esta brutalidad.
Fue organizadora comunitaria y líder de Grass como precursora del movimiento moderno de derechos civiles. Su historia inspiradora nos lleva de Memphis a Chicago, de Washington DC a Inglaterra. Desde Penning Editorials and Publishing “La primera exposición sobre los horrores de los linchamientos”, The Red Record, hasta una gira por América y Europa como oradora y manifestante.
Ida B. Wells se propuso recorrer el largo camino desde la esclavitud hasta la libertad y la igualdad. Prueba de ello fue lo que le ocurrió en 1884 cuando un chofer de tren del “Memphis & Charleston Railway” le ordenó abandonar su asiento y dirigirse al atestado vagón de fumadores. Ida se negó y permaneció en su lugar. No pasó mucho tiempo hasta que el conductor, acompañado de dos hombres, la levantó a la fuerza y la expulsó del vehículo.
La ley está del lado de los blancos: desde el año anterior, la Corte Suprema había invalidado la Civil Rights Act de 1875 que prohibía la discriminación racial en el transporte público. Wells, que conocía esto, contrató a un abogado afroamericano y demandó a la compañía de ferrocarril. Cuando su abogado fue pagado por el ferrocarril, contrató a un abogado blanco. Ganó su caso el 24 de diciembre de 1884, pero la compañía de ferrocarriles apeló a la Corte Suprema de Tennessee, que invirtió el fallo del tribunal de segunda instancia en 1887 y concluyó, «Creemos que es evidente que el objetivo del demandado por error era acosar con miras a este pleito, y que su persistencia no era obtener de buena fe un asiento cómodo para el paseo corto».
Adelantándose a lo que 71 años más tarde haría Rosa Parks -permanecer en su “asiento para blancos” en un autobús de Montgomery, Alabama- la joven Ida desafía, de esta forma, un orden social construido sobre la opresión de los negros, a lo cual dedicaría su vida. De hecho, esta injusticia llevó a Wells a coger una pluma para escribir sobre temas de raza y política en el Sur. Usando el apodo “IOLA”, varios de sus artículos fueron publicados en periódicos y revistas de color.
Desde pequeña, como cualquier niño de Mississippi, estuvo marcada a fuego por la segregación racial. Siendo adolescente, con 16 años para ser más exactos, quedó huérfana y no solo murieron sus padres, sino también un hermano menor durante una epidemia de fiebre amarilla que asoló el Sur del país. Poco después y como primera profesión, se inclinó por la enseñanza en escuelas para negros, ya que tenía que mantener a sus otros cinco hermanos, y allí denunció la enorme diferencia salarial que existía con las maestras blancas que cobraban casi tres veces lo que le daban a ella.
Ida tenía pasión por la escritura y mientras ejercía como docente empezó a colaborar en diarios especializándose en temas raciales, hasta convertirse en 1889 en copropietaria y editora del periódico antisegregacionista Free Speech and Headlight. Ese año ocurriría algo que marcó la vida de Wells: tres amigos suyos -Tom Moss, Calvin McDowell y Will Stewart- abrieron una tienda de comestibles. Su nuevo negocio alejó a los clientes de una tienda de propiedad de blancos que había en el vecindario, y el dueño de ésta y sus partidarios se enfrentaron con los tres hombres en varias ocasiones. Una noche, Moss y los demás tuvieron que proteger su tienda contra los ataques y terminaron disparando a varios de los vándalos blancos. Fueron arrestados y llevados a la cárcel, pero no tuvieron la oportunidad de defenderse de los cargos. Una turba de linchamiento los sacó de sus celdas y los asesinó.
Los linchamientos eran muy comunes en los Estados del Sur; eran exposiciones públicas brutales, inhumanas y degradantes de afroamericanos inocentes -podían ser ahorcados, quemados vivos o desmembrados- como táctica de intimidación para asegurar la dominación de los blancos. A partir de entonces, Ida inició una fuerte campaña contra los linchamientos.
En 1892 -tras revisar bibliotecas, diarios y archivos estatales- publicó el panfleto “Horrores del Sur: Las leyes de linchamiento en todas sus fases” y difundió sus hallazgos para hacer más concretas sus denuncias. Ida llegó a la conclusión de que los negros no podían apelar a la “conciencia” de los blancos para conseguir sus demandas, sino que debían “valerse de su poder como el factor industrial del Sur”. También -a través de este y futuros escritos- se pronunció en contra de la prensa blanca, y reivindicó el boicot y la emigración como medidas de resistencia. A su vez, luego de examinar más de 700 casos de linchamientos, advirtió que la salida era la “autodefensa”, ya que “en los únicos casos donde el linchamiento no ocurrió, fue cuando los hombres [negros] se armaron”. Por ello, decretó que “un rifle Winchester debería tener un lugar de honor en la casa de cada negro y debería ser usado para la protección que la ley se rehúsa a darle”.
Trabajos de investigación como este o su famoso “Un Registro Rojo. Estadísticas tabuladas y causas de linchamientos en los Estados Unidos, 1892-1893-1894” respetuosamente presentado a la civilización del siglo XIX de “La Tierra de los libres y el hogar de los valientes”, le valieron el reconocimiento de personalidades de los derechos civiles, como Frederick Douglass. El líder abolicionista, con el cual trabajaría luego, le escribió: “No ha habido palabra igual en cuanto a su poder de convencimiento. Yo he hablado, pero mi palabra es lábil en comparación. (…) ¡Mujer valiente! Lo que has hecho por tu gente y por mí es un servicio que no puede ser pesado ni medido”.
Además de hacerlo a través de su trabajo periodístico (lo cual llevó a que su oficina de redacción fuera incendiada por matones blancos), Ida desarrolló su campaña en contra del racismo y los linchamientos por otras vías. Realizaba colectas y viajaba a Europa para transmitir la situación que padecían los negros en Estados Unidos.
Ella y otros líderes negros organizaron en 1893 un boicot a la World’s Columbian Exposition (Exposición Mundial de Colombinos) que se celebraba en Chicago, con un panfleto que fue repartido durante la exposición y cuyo título era Why the Colored American Is Not in the World’s Columbian Exposition (Por qué los americanos de color no están en la World´s Columbian Exposition). En él se detallaban en inglés y otros idiomas los linchamientos por parte del Sur a los negros. Después Wells le comentó al abolicionista de raza blanca, activista por los derechos civiles e ideólogo del panfleto, Albion Tourgée, que habían repartido en la feria 2.000 copias del mismo.
También en 1893 Ida pensó en cerrar un pleito difamatorio contra dos abogados negros de Memphis; para ello volvió a ponerse en contacto con Torgée, ya que fue abogado y juez, y así poder recibir ayuda legal gratuita, pero Torgée no podía permitirse hacer el trabajo, de modo que le preguntó a su amigo Ferdinand L. Barnett si podía, y éste aceptó el caso. Dos años después Ida y Barnett contrajeron matrimonio y tuvieron cuatro hijos: Charles, Herman, Idaho, y Alfreda. En su autobiografía, “Un Deber Dividido”, Wells describió la dificultad que le suponía tener que dividir su tiempo entre su familia y su trabajo. A pesar de ello, siguió trabajando después del nacimiento de su primer hijo, viajando y llevando al pequeño con ella. Aunque tratara de equilibrar su mundo, ahora no podía ser tan activa en su trabajo. Ella fue una de las primeras mujeres estadounidenses en conservar su propio apellido con el de su marido, lo cual era algo inusual en la época.
En 1909, fue cofundadora de la Asociación Nacional por el Avance de la Gente de Color (NAACP) junto a activistas como W. E. B. du Bois. Además, participó en reuniones de mujeres donde hablaba en favor de la igualdad racial, del sufragio femenino y se convirtió así en una luchadora pionera. Por ello, fue una inspiración para las Anti-Lynching Crusaders, una organización de mujeres formada en 1922 dentro de la NAACP, que se dedicaba a promover campañas en contra de los linchamientos y demostrar que las negras también eran víctimas de este flagelo, por lo cual la pelea debía darse en conjunto.
El racismo estuvo presente en las horcas de los linchamientos y en el plomo que mató a Michael Brown, y fue también la voz comprometida de grandes luchas y protestas que hicieron temblar al sistema. El levantamiento de hombres y mujeres negros frente al abuso y las matanzas a las que eran sometidos a fines del siglo XIX; la rebeldía contra las masacres raciales de East Illinois en 1917; la del Red Summer de 1919 y la carnicería de negros pobres en las guerras, eran vividas por los manifestantes que confirmaban en las calles el slogan “Si no hay Justicia, no habrá Paz”.
Documentó con sus artículos periodísticos cantidad de atrocidades que les “asignaban” a los negros sólo por el hecho de serlo, como lo que ocurrió cerca de Vicksburg, Mississippi, cuando un grupo de ladrones cometió un asesinato. Ella escribió en su libro “Un Registro Rojo. Estadísticas tabuladas y causas de linchamientos en los Estados Unidos” lo siguiente: “Por supuesto, debe haber sido hecho por negros, y los negros fueron arrestados por ello. Se cree que dos hombres, Smith Tooley y John Adams, pertenecían a una pandilla controlada por hombres blancos y, temiendo ser expuestos, la noche del 4 de julio, fueron ahorcados en el patio de la Casa de la Corte por personas interesadas en silenciarlos. Se sabe que los robos cometidos en la misma vecindad son hombres blancos a quienes se les ennegreció el rostro. Creemos firmemente en la inocencia de estos hombres asesinados, pero no tenemos pruebas. Ninguna otra noticia sale al mundo, excepto la que nos marca como una raza de asesinos, ladrones y lujuriosas bestias salvajes”.
Ida B. Wells murió de enfermedad renal el 25 de marzo de 1931, a la edad de 68 años, en Chicago, Illinois, dejando un impresionante legado de heroísmo social y político.
Con sus escritos, discursos y protestas, Wells luchó contra los prejuicios, sin importarle los peligros potenciales que enfrentara. Ella dijo una vez: “Más vale morir luchando contra la injusticia que morir como un perro o una rata en una trampa”.
Según Angela Davis -filósofa, política marxista, activista afroamericana antirracista, feminista y profesora- “Ida Bell Wells fue la fuerza motriz detrás de una cruzada contra el linchamiento que estaba destinada a prolongarse por espacio de muchas décadas”.
El 1 de febrero de 1990, los correos de los Estados Unidos publicaron un sello de 25 centavos en su honor, y en 2002, Molefi Kete Asante, escritor y profesor afroamericano, puso a Wells en una lista de los 100 Mayores afroamericanos.
Como escribió Delia Steinberg, “El héroe tiene un ideal justo, y si debe pelear, lo hace en su nombre. El héroe sigue una idea noble que vierte sus beneficios sobre todos los demás, y si tiene que pelear lo hace por los otros. El héroe no se enoja, se arma de valentía, de templanza, y así amparado, preserva el bien y la verdad. El héroe no protege su vida, sino la de sus camaradas.
Y muchas veces admira a su enemigo como si se tratara de un amigo, aunque por circunstancias de la vida tengan que verse en bandos enfrentados. El justiciero reconoce los méritos allí donde están y sólo desprecia la injusticia, la falsedad, el orgullo pretencioso, la crueldad”
Ida Bell Wells-Barnett (1862-1931) fue, y seguirá por siempre, siendo una heroína afroamericana que cambió el rumbo de la historia.
BIBLIOGRAFÍA: