Alicia Alonso

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Alicia Alonso nació en 1920, en La Habana, Cuba, y comenzó a danzar a los nueve años. Tuvo que oponerse a los prejuicios de su época, que consideraban escandaloso ser artista profesional, y después, quedó prácticamente ciega. En la cúspide de su carrera decide renunciar a su éxito artístico y social para crear el Ballet Nacional de Cuba. Ha sido la única bailarina que ha estado durante siete décadas haciendo giras ininterrumpidas junto con su escuela por los mejores escenarios de todo el mundo, y sigue activa a sus 95 años.

 


Alicia Alonso, la «prima ballerina assoluta»

Alicia Alonso nació el 21 de diciembre de 1920, en La Habana, Cuba. Hija de padres españoles, fue la más pequeña de cuatro hermanos y comenzó el aprendizaje de la danza a la edad de nueve años.

Dice de sí misma que se recuerda bailando antes que jugando con sus hermanos, pues desde que tiene memoria empieza a interpretar lo que la  música le hacía sentir de una manera innata, sin haber visto nunca un ballet. El ballet era su vida y la dedicación absoluta al arte que tanto amó la convirtieron en la «prima ballerina assoluta». Pero no todo en su vida han sido aplausos y éxitos, sino que, como suele suceder, detrás de la celebridad hay una gran historia de superación, sacrificio, fuerza y coraje para seguir luchando por los sueños que albergaba su alma.

Primero tuvo que luchar con los prejuicios de la época, donde ser artista profesional se consideraba escandaloso, «porque una chica decente no podía ir por por los escenarios enseñando las piernas»; después, reiterados desprendimientos de retina la dejaron prácticamente ciega.

Se casó con Fernando Alonso cuando tenía quince años, en Estados Unidos, y cambió su apellido de Martínez por el de Alonso. Cuando Alicia llegó a la ciudad de Nueva York, estudió con Anatole Vilzak y Ludmilla Shollar en la escuela del American Ballet Theater, y después, con Vera Vólkova en Londres.

En el American Ballet Theatre

Alonso fue uno de los miembros fundadores del American Ballet Theatre en 1940, y en 1943 se convirtió en una de sus bailarinas más destacadas. El 2 de noviembre de ese mismo año, Alicia Alonso protagonizó la famosa sustitución en Giselle, que debía ser interpretada por otra grande, Alicia Markova, la cual no pudo bailar, y el papel fue asumido emergentemente por Alicia. Desde entonces, se hizo mundialmente famosa con el personaje de la inocente campesina.

Artista consagrada

Entre 1955 y 1959, Alicia bailó cada año con los Ballets Rusos de Montecarlo como estrella invitada. Fue la primera bailarina del hemisferio occidental en actuar en la entonces Unión Soviética, y la primera representante americana en bailar con el Bolshoi y el Kirov en los teatros de Moscú y Leningrado (San Petersburgo) en 1957 y 1958 respectivamente. Durante décadas, Alicia Alonso siguió haciendo giras mundiales en países europeos, en Asia, en el norte y sur de América y bailó como estrella invitada en el Ballet de la Ópera de París, con el Royal Danish Ballet, con el Bolshoi y con otras muchas compañías.

Cuando está en la cúspide de su carrera y tiene un gran éxito artístico y social, ella sabe renunciar a todo eso, decide abandonar todo el renombre internacional y regresar a Cuba para crear el Ballet Nacional de Cuba.

Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba

El 28 de octubre de 1948 se funda, con el nombre de Ballet Alicia Alonso, el actual Ballet Nacional de Cuba, primera compañía profesional de ballet en la historia del país.

Alicia tenía muy claro que no quería solo dedicarse a bailar, sino a formar a otros bailarines, y ello a partir de una realidad sumamente pobre porque, si se quedaba en Cuba, iba a sufrir las consecuencias de la ley del embargo que se aplicaba como sanción a Cuba, y si regresaba a los EE.UU. allí tendría gloria, reconocimiento, dinero, posición social y todas esas cosas que anhela casi siempre una estrella. Pero, fiel a sus raíces, se quedó en Cuba.

El problema de la visión surgió desde el principio de su carrera, y sus alumnos crecían viéndola cómo se sobreponía a toda adversidad. En un momento de su enfermedad y desoyendo a los especialistas, ella tuvo que decidir entre ver o bailar, y su elección fue bailar. Bailaba sin ver nada más que sombras y siluetas, sin definir las caras ni los objetos. Se valía de puntos de referencia que hacía poner en el escenario para orientarse, pero, sobre todo, confiaba mucho en sus parejas de baile. Alicia nunca se hizo concesiones, nunca se justificó con los problemas visuales para no enfrentar las dificultades o para no vencer obstáculos.

Dicen sus allegados que, sin embargo, Alicia ve desde una percepción profunda, le llegan las imágenes de una manera diferente a como ve el común de las personas. La fantasía y la imaginación, dice Alicia, ayudan mucho en la creatividad de la danza y el arte en general y en la vida.

Además de su calidad artística, la obra de Alicia Alonso es digna de mención. El mundo está lleno de sus danzarines y en ellos se nota la disciplina, la creatividad y el buen hacer de la maestra.

Ha sido la única bailarina que ha estado durante siete décadas haciendo giras ininterrumpidas junto con su escuela por los mejores escenarios de todo el mundo. Alicia explica esta singularidad por su afán de mejoramiento continuo, porque dice que nunca estaba satisfecha de cómo hacía las cosas, siempre había que mejorar algo. Después de que terminaba un baile, después de los aplausos y las felicitaciones, ella era su más dura crítica .

«Uno tiene que encontrar qué es lo mejor que tiene para dar y entonces entregar a los demás lo mejor de su vida, y para mí, lo mejor es mi conocimiento del ballet, porque la humanidad necesita cosas bellas para elevar el alma de las cosas opacas que continuamente la tienen atrapada. Así, para mí la vida es compartir la felicidad que siento cuando danzo».

De su Escuela Nacional dice que es como una fábrica de belleza que va repartiendo arte y belleza por todo el mundo.

«Debemos amar a la humanidad, tenemos que hacer algo útil por la humanidad. Que nuestro paso por este mundo sea luminoso, que deje una estela de luz y felicidad. Y darnos cuenta del valor de la vida, única e irrepetible».

«Para mí lo más importante es haber podido dar algo al ser humano, haberle dejado belleza en su memoria o en sus sentimientos. Creo que estamos aquí para vivir y DAR LO MEJOR QUE TENEMOS».