Ángela Ruiz Robles, nacida en 1895, reunía las facetas de maestra e inventora, lo que la llevó a idear y patentar algunos inventos relacionados con la enseñanza, como la «enciclopedia mecánica», un artilugio interactivo con luces y botones que podría ser considerado el tatarabuelo de nuestros libros digitales.
Ángela Ruiz Robles, la inventora desconocida
«Venimos a este mundo no solo a vivir nuestra vida lo más cómodamente y mejor, sino a preocuparnos de los demás, para que puedan beneficiarse de algo ofrecido por nosotros».
Ángela Ruiz Robles nació el 28 de marzo de 1895 en la localidad leonesa de Villamanín, en el seno de una familia acomodada. Su padre, Feliciano Ruiz, era farmacéutico, y su madre, Elena Robles, ama de casa. Ángela inició sus estudios superiores en la Escuela de Magisterio de León. Fue en esta misma institución donde impartiría años después clases de taquigrafía, mecanografía y contabilidad mercantil. Su primer destino oficial tras aprobar las oposiciones a maestra nacional fue en Santa Uxía de Mandía (Ferrol), en 1918, donde ejerció durante dieciséis años. Antes de abandonar el pueblo, la junta local, a petición de los vecinos, le otorgó una distinción por sus méritos y en agradecimiento a su dedicación y atención altruista al pueblo, ya que con frecuencia, después de las horas de clase daba lecciones a domicilio desinteresadamente, sin percibir remuneración.
En 1934 Ángela es nombrada gerente de la Escuela Nacional de Niñas en el Hospicio de Ferrol, institución que desde su creación en 1852 atendía a niños y niñas abandonados. La formación iba dirigida a su integración en la sociedad, con enseñanza primaria, preparación musical y otros oficios, encaminados a las necesidades de empleo en los astilleros o en las obras municipales. Su altruismo y generosidad, sin distinciones políticas, provocó que tras colaborar en una suscripción para una fundación de ayuda a las familias de los maestros presos en la revolución de octubre de 1934 en Asturias, la Comisión Depuradora del Magisterio de La Coruña (sic) le abriese en 1936 un expediente de depuración que ella calificaba como «la mayor ofensa que recibí en mi vida». En su descargo, presenta multitud de declaraciones a su favor y, en nombre propio, argumenta que « […] solo creí practicar una obra de caridad cristiana, […] no me pareció que fuese nada malo el atender a los niños». Tras la investigación pertinente, el expediente se resuelve y archiva en 1941, confirmándosela en su cargo.
En 1940 escribe sus dos primeros libros, dedicados a la ortografía. Al año siguiente publica tres más, uno sobre gramática y dos sobre taquigrafía, en la que se centró para inventar un método taquigráfico nuevo. La propuesta incluía un diseño de máquina de taquimecanografía con un nuevo sistema de signos y caracteres más sencillo.
Escribía dos, tres y hasta cuatro libros por año hasta llegar a los dieciséis. Entre su prolífica obra destaca otro de sus inventos, el Atlas gramatical, un innovador desplegable dividido en unidades didácticas separadas, con resúmenes sinópticos y enlaces sistemáticos unidos conceptualmente en torno a la gramática. Un poco más allá iba el Atlas científico gramatical, con la ambiciosa pretensión de relacionar ortografía, morfología, fonética o sintaxis de la lengua española con la geografía del país, «de una facilidad asombrosa para que los extranjeros aprendan el idioma español a la vez que conocen la geografía de España», argumentaba.
Desde 1945 hasta su jubilación dio clases en el Instituto Ibáñez Martín de Ferrol. Entre tanto compaginaba la edición de sus obras con las clases nocturnas que daba gratuitamente en la escuela obrera. En plena posguerra fundó la Academia Elmaca, acrónimo de los nombres de sus tres hijas, Elena, Elvira y María del Carmen, y que surgió de la idea de formar a los jóvenes que quedaron sin trabajo tras la guerra, para que pudieran reengancharse en la puesta en marcha de empresas emergentes. Tras hacer lo que hoy llamaríamos un estudio de mercado, aunó necesidades laborales y formación, instruyendo a hombres y mujeres para acceder a oposiciones de todo tipo, facilitándoles los estudios que les proporcionaran el acceso a las empresas o preparándoles para los exámenes de ingreso a escuelas superiores.
Lo que más le interesaba a Ángela Ruiz Robles era el aprendizaje y la manera de transmitir ese conocimiento. Se empeñó siempre en intentar cambiar las normas establecidas para mejorar la educación infantil, apoyando su inconformismo bajo la firme creencia de que «venimos a este mundo no solo a vivir nuestra vida lo más cómodamente y mejor, sino a preocuparnos de los demás, para que puedan beneficiarse de algo ofrecido por nosotros». Cuando esto decía, en quien en realidad pensaba era en los niños a los que enseñaba. Observando a sus alumnos, cargados siempre de libros, y viendo la necesidad de impartir una educación que tendiera a adaptarse a los estudiantes, imaginó un artilugio que facilitara la lectura de libros. Para ello ideó, en su primera patente de 1949, unos libros mecánicos didácticos, interactivos, sin que recibiera el interés ni de la comunidad científica ni de ninguna empresa para comercializarlos. Sin detenerse en su ímpetu creativo, Ángela patentaba el 10 de abril de 1962, con el número de patente 276346, lo que se conocería como su «enciclopedia mecánica».
Esta enciclopedia, de la que llegó a realizar un prototipo real en el parque de artillería de El Ferrol, era un libro «ideovisual» interactivo, con luces, botones para escoger distintas opciones, sonido y múltiples contenidos y opciones.
A pesar de que Ángela Ruiz recibió muchos reconocimientos en España y otros países como Francia o Bélgica, no hubo ninguna empresa que quisiera comercializar su enciclopedia mecánica. Solamente una propuesta le llegó desde Washington en 1970, pero la rechazó con la esperanza de que alguna institución de su propio país hiciera realidad su sueño. Nadie en España financió su proyecto.
Ángela Ruiz Robles fallecía el 27 de octubre de 1975. Pocas décadas después, el mundo no se sorprende al ver un dispositivo electrónico de pequeñas dimensiones y altas capacidades. Ella, una mujer en la España franquista, donde solo podía aspirar a ser ama de casa o, a lo sumo, maestra de escuelas femeninas, imaginó un libro que bien podría haber sido el abuelo o tatarabuelo de los sofisticados libros electrónicos actuales.
Premios y reconocimientos
Bibliografía
www.mejoratuescuelapublica.es/…/46_5769f257819baacf74e0f0f438cf3d81.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81ngela_Ruiz_Robles
http://iglu-biblioteka.blogspot.com.es/2016/03/hemeroteca-mujeres-historia-angeles.html
http://www.mujeresenlahistoria.com/2014/06/la-mujer-que-invento-el-ebook-angela.html