Martha Beatrice Potter Webb nació en 1858 en Standish House, Gloucester, y murió en 1943 en Liphook, Hampshire. Fue una socióloga y reformadora social inglesa.
Beatrice Webb era la octava hija de un rico empresario de Liverpool y de una mujer inteligente y de buena familia, educada en la tradición utilitarista, por lo que vivió siempre en un ambiente de bienestar y de abundancia económica. Sin embargo, desde muy joven tuvo inquietudes intelectuales y se mostró interesada por todo lo relacionado con las ideas socialistas y todo aquello que sirviera para acabar con la miseria y la explotación laboral indiscriminada que era característica en la Revolución Industrial.
Tuvo siempre un carácter muy inquieto e independiente, y realizó actividades diversas. Parece ser que Beatrice no era una niña que se encerrase con facilidad a estudiar. Su madre llegó a considerarla como la única de sus hijos que tenía una inteligencia por debajo de la media. Por otra parte, una infancia y primera adolescencia solitarias y algo aisladas quizá pudieron estar en el origen de ciertos trastornos psicosomáticos –manifestados en neuralgia, tendencia depresiva, etc.– que luego volverían a reaparecer en varios momentos de su vida. Para superar esta situación, Beatrice buscó consuelo en el estudio de las distintas religiones y en la elaboración de un diario que mantendría hasta su muerte.
Debido en gran medida a su delicada salud, Beatrice nunca recibió una educación formal al uso. Fue prácticamente una autodidacta que se instruyó leyendo libros de la extensa biblioteca de su padre sobre filosofía, ciencias y matemáticas. Auguste Comte y Herbert Spencer fueron los autores que le dejaron una huella más profunda. Spencer era amigo de su padre y, como muchos otros intelectuales británicos de la época, visitaba su casa con frecuencia, lo que dio a Beatrice la oportunidad de entablar con él largas conversaciones que influyeron notablemente sobre ella, llegando a la conclusión de que «el propio sacrificio por el bien de la comunidad era la más grande de todas las características humanas». Esta actitud contrastaba abiertamente con la moral victoriana de la época, donde la suerte de cada hombre se veía básicamente como el resultado de sus propios actos, de los que debía asumir las consecuencias: así, la pobreza se relacionaba en gran medida con la pereza y la incompetencia, y su único y verdadero remedio era el trabajo duro y el esfuerzo.
Trabajar durante un tiempo en las empresas de su padre le sirvió también para conocer el mundo de los negocios, lo que le permitiría cuestionar el funcionamiento de estos y entender mejor el origen de la explotación. También, en ocasiones, se hizo pasar por una trabajadora manual para así entender mejor el funcionamiento de la economía industrial.
En Londres trabajó con su primo, Charles Booth, un reformador social con el que investigó las condiciones de la clase trabajadora en esta ciudad, especialmente en los muelles de East End y en los talleres textiles. Beatrice aprendió a combinar adecuadamente la observación personal con el método estadístico en el análisis de la realidad.
Se interesó por el cooperativismo y, en 1891, publicó un libro titulado El movimiento cooperativo en Gran Bretaña.
En 1890 conoció a Sidney Webb, otro intelectual socialista con el que se casó en 1892 y con el que realizaría sus trabajos a partir de ese momento. El domicilio londinense de los Webb se convirtió en un salón donde se reunían simpatizantes del ideario socialista. Entretanto, el tándem Beatrice-Sidney empezó a trabajar complementándose a la perfección. En 1894 publicaron su primer libro conjunto, titulado La historia del sindicalismo, dedicado al origen y crecimiento de los sindicatos desde el siglo XVII hasta el presente.
Su siguiente trabajo, Democracia industrial, de 1897, es el más importante que realizaron y uno de los libros clave para entender la evolución del socialismo no marxista en Inglaterra. En él se apostaba por un papel protagonista de los sindicatos en la negociación colectiva, y además introducía la idea de un mínimo nacional por ley y para todos los ciudadanos, que incluyese aspectos como educación, sanidad, ocio e ingreso salarial.
La vida de Sidney y Beatrice estaría muy ligada a la Sociedad Fabiana, de la que fueron destacados dirigentes durante toda su vida. Los fabianos eran socialistas que creían en que el socialismo no llegaría por una revolución sino por una evolución, en la que poco a poco el Estado tendría cada vez mayor papel en la economía, para así evitar los abusos de los capitalistas burgueses. Es un socialismo no marxista, pero que también apuesta por la propiedad colectiva de los medios de producción como forma de evitar la explotación y los abusos del mercado.
La Sociedad Fabiana, con los Webb a la cabeza, participó activamente en la constitución del Partido Laborista Británico, creado en 1906, que rápidamente se convirtió en una fuerza muy poderosa. Ya en 1922 se convirtió en el segundo partido más votado, desbancando a los liberales y configurándose como alternativa de gobierno. Sidney y Beatrice participaron en comisiones parlamentarias y elaboraron proyectos que sirvieron para hacer leyes de contenido social. Ambos compaginaban su actividad política con su actividad intelectual.
Otros de los escritos de Beatrice en esta época son El trabajo y el nuevo orden social (1918), Los salarios de hombres y mujeres: ¿deberían ser iguales? (1919) o Constitución para el Estado socialista de Gran Bretaña (1920).
A partir de 1932, y tras una visita a la Unión Soviética, los Webb dan un giro importante, al darse cuenta del éxito soviético a la hora de mejorar los servicios sanitarios y los niveles educativos, además de haber conseguido la igualdad entre los sexos.
Sus últimas obras. Comunismo soviético: ¿una nueva civilización? (1935) y La verdad sobre la Unión Soviética (1942) muestran la gran admiración que sentían los Webb ante los logros soviéticos. También han sido publicados los diarios que escribió a lo largo de su vida.
Beatrice Webb murió en 1943, a los ochenta y cinco años, y su esposo Sidney en 1947. Ambos fueron enterrados en la abadía de Westminster a instancias del escritor George Bernard Shaw.