Concepción Arenal, nació en Ferrol (La Coruña) en 1820. Asistió a la Universidad Central de Madrid como oyente vestida con ropas masculinas, pues la educación universitaria era para hombres. Su libro El visitador del pobre se convierte en la guía de las conferencias de San Vicente de Paúl en toda Europa. En 1863 se convirtió en la primera visitadora de cárceles de mujeres. Tras la Revolución de 1868, el Gobierno la nombra Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres. Se dedicó a la reforma penal, luchó por los derechos de la clase trabajadora y fue una defensora de los derechos de la mujer a la educación y al trabajo.
Concepción Arenal, visitadora de cárceles y reformadora del derecho penitenciario
Concepción Arenal (31 de enero de 1820-4 de febrero de 1893), nació en Ferrol (A Coruña). A los nueve años murió su padre, así que su madre, María Concepción de Ponte, de noble origen gallego, decidió trasladarse con Concepción y sus dos hermanas, Luisa y Antonia, a la casa de la abuela paterna en la aldea de Armaño, en el valle de Liébana (Cantabria). Poco después murió su hermana pequeña Luisa. Estas pérdidas tempranas marcaron el corazón de Concepción, y la harían para el resto de su vida muy sensible al dolor ajeno.
En 1834 volvieron a Madrid al amparo del hermano de su madre, el conde de Vigo. Allí recibieron una educación refinada fuera de las montañas y los valles santanderinos.
Cuando Concepción Arenal contaba veinte años volvió a la aldea de Armaño para cuidar de su abuela. Allí aprovechó la soledad y la vida en las montañas para estudiar y saciar su inquietud intelectual gracias a los libros de su padre, Ángel de Arenal Cuesta, militar de profesión, que se interesó por las leyes y la ideología liberal y que poseía una extensa biblioteca. Los intereses de Concepción eran de todo tipo: desde anatomía y fisiología, filosofía, ciencias, religión, política, matemáticas, literatura…
En Liébana, dice el P. Julio Alarcón:
«Desde muy joven empezaron a llamarla por allí ”la filósofa”, porque no gustaba de perder el tiempo en vanidades femeniles; sus ocupaciones eran reflexionar, estudiar, escribir».
En una de las cartas que se han recuperado y en donde entabla conversaciones con su tío, comenta de forma crítica su parecer sobre diversos libros de ciencias (por ejemplo, el escrito en francés del médico alemán Gall) y otros tratados de filosofía; además, aprende por sí sola latín en nueve meses.
Al morir su abuela volvió a Madrid, en el año 1841. Ese año también falleció su madre. Concepción fue libre de su destino y decidió asistir a la Universidad Central de Madrid como oyente y vestida con ropas masculinas, pues en su época, la educación universitaria era para hombres.
Por entonces conoce a Fernando García Carrasco, licenciado en leyes, escritor de ideas liberales, con quien se casó en 1848, a la edad de veintiocho años, una edad relativamente tardía para casarse en aquella época.
Su trabajo en el periódico liberal Iberia
Junto con su marido trabajó como escritora para el diario liberal Iberia, de indiscutible prestigio entre los sectores más avanzados de la sociedad. La primera colaboración de Concepción fue sobre Watt (que creó la máquina de vapor), en donde se revelan grandes conocimientos físico-matemáticos.
Pero la vida de Concepción volvió a dar un vuelco tras la muerte de su marido en 1854.
Después de que el director del periódico Iberia dejara de aceptar sus artículos, Concepción decidió retirarse de nuevo al valle de Liébana, a Potes, con sus dos hijos, Fernando y Ramón.
El valle de Liébana: un reencuentro consigo misma
«La incomunicación era completa. La vida triste, el vacío grande».
Con estas palabras recuerda Concepción su estancia en Potes, en donde llegó quizás huyendo de su dolor, para encontrar allí, en los valles y en la soledad de Liébana, la fuerza para decidir su futuro y reencontrarse a sí misma.
Cuentan que allí se convirtió en una «mujer fantasma», siempre vestida de negro y sin relacionarse con nadie. Incluso en los barrotes del balcón ponía periódicos para ocultarse de las miradas curiosas.
Estaba sola con sus pensamientos, aislada de toda compañía. Como si algo grande llevara dentro de sí misma y aún no hubiera encontrado lugar en donde plasmarse. Como si un gran y profundo mar de ideas y de sentimientos estuvieran en latencia, esperando a algo que tenía que llegar.
Despertando de un profundo sueño
Algunos meses después de la llegada de Concepción a Potes, llegó al pueblo el violinista Jesús de Monasterio, quien además de músico tenía una profunda vocación humanitaria. Este encuentro fue sin duda el detonante del nuevo rumbo de Concepción Arenal. Jesús logró penetrar en el corazón de Concepción. Pronto entablaron una relación muy especial. Le hizo entender que no estaba sola, que muchas personas la necesitaban y, así, animó a Concepción para que creara la rama femenina de las conferencias de San Vicente de Paúl para ayudar a los pobres.
Concepción empezó a despertar de su sueño y, tiempo después, recordaría esa etapa con estas palabras:
«Una persona vivía hace ya muchos años en una pequeña aldea, apartada del mundo por altas montañas y por un aislamiento absoluto, conversando nada más que con algunos libros, y en la mayor soledad, su inteligencia y sus sentimientos. La incomunicación era completa; la vida, triste; el vacío, grande; la fuerza que se necesitaba, mucha; las ocasiones en que faltaba, frecuentes. Un día, levantándose enérgicamente después de una caída, puso su espíritu en comunicación con otros espíritus; vio y afirmó que en alguna parte, no sabía dónde, pero que en alguna parte, había criaturas que, como ella, pensaban y sentían, hermanos de inteligencia y de corazón a quienes amaría, y de los que sería amada si llegaban a conocerse; y, por su parte, empezó a amar a aquellos seres de cuya realidad no dudaba ya. ¿Los vería alguna vez? Lo ignoraba, y con su fe, su duda y su esperanza, hizo una composición poética que tenía el mismo título que este artículo, y que concluía así:
Si Dios, el dulce consuelo
Niega a mi dolor profundo
De veros aquí en el mundo,
¡Mis amigos! ¡Hasta el cielo!
Dios no le ha negado este consuelo. En el mundo ha ido hallando aquellas almas semejantes a la suya que había visto en la soledad, y aquellas manos piadosas que llamaba en su auxilio, y que hoy la sostienen en su penosa marcha».
Visitadora de cárceles y reformadora del derecho penitenciario
«Las leyes obligan en conciencia si sus mandatos no son contra la conciencia, pero si pugnan con ella, el hombre honrado debe anteponerla a los preceptos legales» (Concepción Arenal).
El dolor la hizo más fuerte, pero también más compasiva hacia el dolor humano. Empezó a cuidar a los pobres, y se cuenta que cuando ayudaba a alguien o cuando estaba en algún lugar, siempre dejaba un trozo de su alma.
El libro El visitador del pobre se convierte en la guía de las conferencias de San Vicente de Paúl en toda Europa. En estos textos se aprecia un profundo conocimiento del alma humana. Su gran inteligencia, que se había enfocado en todas las ramas humanas, ahora se dirigía al alma del ser humano.
Fue la primera mujer premiada por la Gran Academia de Ciencia Moral y Política, en 1860, por el libro La beneficencia, la filantropía y la caridad. Este premio fue un gran aval. La empezaron a conocer. Sus reflexiones sobre la pobreza sorprendieron a muchos.
En octubre de 1863 se convirtió en la primera mujer nombrada visitadora de cárceles de mujeres. Concepción volvió a Galicia y empezó su nueva misión con entusiasmo: estudió la realidad de las reclusas, observó el estado en que se encontraban las prisiones y escribió una nueva obra: Cartas a los delincuentes.
Tras la Revolución de 1868, el Gobierno provisional presidido por Serrano la nombra Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres, cargo que desempeña hasta 1873. También colaboró con la revista La Voz de la Caridad, de Madrid, en la que escribió durante catorce años sus experiencias con la pobreza y la desgracia.
Se dedicó a la reforma penal, en donde se observa un gran conocimiento sobre derecho y leyes. Durante la tercera guerra carlista (1872-1876), figuró como secretaria de la Sección Central de Damas de la Cruz Roja de Madrid. Concepción juntaba un conglomerado de características, todas ellas llevadas a su máxima expresión.
«En Concepción Arenal el jefe es el sentimiento y los servidores, la inteligencia y la voluntad» (Alfonso Ayensa, 1928).
Derechos humanos y educación
También luchó por los derechos de la clase trabajadora. En 1873 fundó la Constructora Benéfica, sociedad que se dedicaría a la construcción de casas para los obreros.
Fue también una pionera en los derechos de la mujer, proclamando el derecho de todas las mujeres a la educación y al trabajo. Para Concepción, un cambio real en el mundo provendría de un cambio moral fundamentado en una educación humana que permitiera al ser humano sacar lo mejor de sí mismo.
«Ni la inteligencia ni la riqueza perpetúan los imperios, sino la fuerza moral».
«las cosas no pueden cambiarse si no cambian los hombres, ni progresar si ellos permanecen estacionarios».
«La fórmula más bella del progreso es la de la perfección moral».
«Abrid escuelas y se cerrarán cárceles».
Para Concepción, el ser humano es un ser compuesto de muchas partes, y con una doble inclinación, o hacia el bien o hacia el mal. Sin embargo, la verdadera felicidad siempre se halla en el bien, porque esa es su tendencia.
«El hombre no es solo un organismo físico, un conjunto de facultades intelectuales, sino también un ser moral. (…) Puede ser bueno o malo, y serlo depende de él, de él solo; no hay aquí fatalidad; todo el que hace mal, si está en su cabal juicio, es porque quiere hacerlo (…) Pero si las diferencias físicas e intelectuales se reciben, las morales se crean, su origen está en la libertad del hombre, en su voluntad recta o torcida».
En su escrito Cartas a un señor, define al ser humano de manera poética:
«Sentimiento que elevar,
Voluntad que rectificar,
Conciencia que ilustrar,
Inteligencia que cultivar
Cuerpo que alimentar».
Para Concepción, el ser humano evoluciona, se perfecciona, pues para ella el progreso es una ley de Dios:
«El hombre no es perfecto, pero puede, sin embargo, acercarse a la perfección, pues de hecho tiende a ella».
«La perfección es llevar al más alto grado posible todas las nobles facultades y reducir a la impotencia los malos impulsos. Perfección es amar mucho y puramente, pensar mucho y rectamente, obrar mucho y honradamente»
«Creo en el progreso como una ley de Dios. Y veo esta ley en el universo todo, y la siento en mi conciencia, donde halla eco aquella voz divina que nos ha dicho: sed perfectos».
«Dios señala a cada cual el trabajo según su fuerza. A los que valéis más dice: “Dad altos ejemplos”. A los que valemos menos: “Recoged los altos ejemplos y formad la regla”.
En este enlace están todas sus obras: https://www.msu.edu/user/floresba/Obras.html
Bibliografía
Cartas y escritos:
Diez cartas escritas por doña Concepción Arenal dirigidas a mi buen padre Jesús de Monasterio.
https://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=2406
Libros y documentales:
El reformismo social y sanitario de Concepción Arenal, una contribución a la identidad de la enfermería contemporánea. Pedro Manuel Salas Iglesias. Ed. Club Universitario, 2012.
Concepción Arenal, mentalidad y proyección social. María José Lacalzada de Mateo. Ed. Universidad de Zaragoza, 2012.
Documental RTVE – Mujeres en la Historia – Concepción Arenal, la fuerza de un ideal.
Para una mayor información: Concepción Arenal : la caminante y su sombra. Anna Caballé. Ed. Taurus, 2018