Gaby Brimmer nació en 1947. Su parálisis cerebral solo le permitía mover el pie izquierdo. Sin embargo, cursó estudios universitarios de Sociología y de Periodismo. Fue autora de varios libros y una activista en favor de los derechos de las personas con discapacidad. Recibió la Medalla al Mérito Ciudadano por transmitir valores optimistas, de valentía, coraje y fuerza de voluntad.
Gaby Brimmer, un cuerpo inmóvil, una mente libre
Gaby Brimmer nació el 12 de septiembre de 1947. Aunque sus padres, Sari y Miguel, habían tenido a David perfectamente sano, dos años y medio antes, en esta ocasión el bebé nació con parálisis cerebral.
Gaby era una niña rubia, con delicadas facciones pero con una enorme fuerza de voluntad. De todo el cuerpo, solo podía mover el pie izquierdo. Desde muy pequeña, cuando Gaby deseaba ir de un lugar a otro y no había nadie junto a ella, se arrastraba en el piso hasta hacerse ampollas. Luego llegó Florencia Morales Sánchez, su nana, y a partir de los cinco años Gaby vivió cobijada por ella, quien la protegió de las miradas de los curiosos, envolviéndola en su abrazo.
Gaby Brimmer, a pesar de sus limitaciones, quiso luchar por su vida. Con el único miembro de su cuerpo que le respondía, el pie izquierdo, siempre descalzo, aprendió a señalar en un tablero colocado a los pies de su silla de ruedas las letras del alfabeto y así formar palabras que se convertirían en ideas. De esta manera pudo comunicarse con los demás. Tanto es así que logró cursar estudios primarios, secundarios y asistir a la Universidad Nacional de México, estudiando Sociología y más tarde Periodismo.
La vida en las aulas debió de ser muy incómoda para Gaby, pues no podía jugar con los demás niños, no podía relacionarse igual; por ello es de destacar la figura de su nana, la cual transmitía todos sus pensamientos e intenciones para que vieran que por dentro era una niña como las demás.
La admirable Florencia la acompañó en todo momento. Aprendió a escribir para poder atenderla mejor, pues era analfabeta, y también a manejar un automóvil. La cargaba, la sacaba del coche, la sentaba en la silla de ruedas y asistía a clases con ella. Gaby se enojaba cuando alguien decía que era Florencia quien hacía las tareas, la que resolvía los problemas, tal era su nivel de compromiso hacia ella. Florencia no tuvo vida propia por vivir la vida de Gaby. Su entrega fue absoluta.
Cuando Gaby decidió adoptar a una niña, Alma Florencia, la nana se hizo cargo no solo de Gaby, sino también de la recién nacida Alma. Era mayo de 1977 y Gaby estaba a punto de cumplir los treinta años.
A Gabriela le gustaba escribir, poner por escrito los trinos del pajarillo que preso en su cárcel de carne, pugnaba por ser libre…
Nos cuenta en su biografía:
«Mi madre juntaba cada escrito, cada poema, pero también los criticaba muy duramente. Con esto me ayudó a entender lo que la gran poeta y escritora Rosario Castellanos recomendaba, que para escribir bien, hay que ser claros y precisos. A base de leer mucho y escribir otro tanto, le hice caso a mi madre, no sin poner algo de lo mío».
En 1979, su madre logra editar, con la valiosa ayuda de Elena Poniatowska, la autobiografía de Gaby. Comenzaron tras ello a editarse sus libros. En 1980 salieron publicados los libros de poemas y de cartas, y en ese mismo año, Gaby conoció al cineasta Luis Mandoki, quien quiso que escribiera el argumento de una película sobre su vida. Gaby fue reclamada en conferencias, congresos o talleres de lectura, desde donde podía transmitir sus valores optimistas, de valentía, coraje y fuerza de voluntad.
Poco después escribió cuentos de mujeres que viven distintas situaciones, pero con un común denominador, que es la soledad y la falta de alternativas. Estos cuentos los recopiló después de la muerte de su madre.
En un deseo por ayudar a «quienes tienen el cuerpo en mil pedazos y la mente libre», fundó en 1989 con unos amigos la Asociación para los Derechos de Personas con Alteraciones Motoras, ADEPAM. En ella se ofrecían servicios de trabajo social, médico, psicológico, fisioterapia, terapia ocupacional, alfabetización, intermediación para el trabajo, actividades recreativas y culturales.
En 1995 Gabriela fue galardonada con la Medalla al Mérito Ciudadano, y en 1996 fue nombrada vicepresidenta de la Confederación Mexicana de Limitados Físicos o Deficiencias.
En enero del año 2000, Gabriela Brimmer sufrió un paro cardiaco, muriendo a la edad de cincuenta y dos años.
Ella decía: «Algo que me ha servido mucho a lo largo de mi existencia, es el estar bien consciente de las cosas que puedo hacer y de las que no, por ejemplo: sé que no puedo correr, pero con mi pensamiento puedo volar en fracción de segundos al más distante de los lugares; se me dificulta hablar, pero mis libros, mis cartas y mis poesías hablan mucho por mí; mis manos tal vez no puedan hacer una caricia y, sin embargo, he sabido amar como mujer, como madre y como amiga. Yo sé que lo limitado de mi condición física no me impide ser creativa y tener muchas ganas de vivir; por ello pienso que quienes están en los inicios de la vida, los que tienen salud, los que han tenido la suerte de haber recibido educación, quienes cuentan con el apoyo de sus padres o el respaldo de su familia, no deben nunca sentirse derrotados, ya que tienen un compromiso con la vida, con su familia, con su Estado y con su país, además de formarse como hombres y mujeres íntegros y honestos para un futuro mejor».
El aprendizaje de Gaby fue un claro ejemplo de la necesidad de educación individualizada para personas con discapacidades. En su caso, fue un aprendizaje en el cual la figura de Florencia fue fundamental para su progreso. La inclusión es una opción interesante de integración, ya que al juntar niños con necesidades educativas especiales y niños que no las tienen, conseguimos que desde la infancia todos aprendan y acepten las diferencias que aparentemente los separan.
Es importante destacar la necesidad de colaboración tanto del maestro y los profesores de apoyo como de la familia, ya que la motivación es imprescindible para que un niño con necesidades educativas especiales, en este caso con parálisis cerebral, pueda llegar lejos en su vida tanto educativa como personal.
Palabras suyas fueron:
«Me gustaría poder decir, al final de mi vida, que estuve agradecida de haber vivido y luchado por una causa noble como la libertad del hombre, yo, que estoy encadenada a esta silla; yo, que estoy presa dentro de un cuerpo que no responde, haber amado al hijo y al amigo y cantado canciones cuando se va la tarde».