Julia Hill quería viajar y conocer mundo a sus 23 años. Pero un grave accidente de circulación la obligó a una larga convalecencia, tras la cual conoció un milenario bosque de secuoyas en Estados Unidos, su propio país, y sus planes cambiaron. Pasó dos años viviendo a 60 m de altura, en lo alto de una secuoya de más de dos mil años de edad, con el fin de evitar que una compañía maderera talara los árboles.
Julia Hill, la joven que vivió en un árbol por defender la naturaleza
«He vivido por más de dos años en una antigua secuoya norteamericana de más de 60 metros de altura, en una propiedad cerca de Pacific Lumber. He sobrevivido durante este tiempo al hostigamiento, a la soledad y a la duda. He visto la grandiosidad y la devastación de los bosques más antiguos de la Tierra. He vivido en un árbol llamado Luna. Intento salvar su vida. Créanme si les digo que esto no era lo que esperaba de mi vida» (Julia «Butterfly» Hill).
Esta es una inspiradora historia de una valiente y comprometida chica que se rebeló contra los intereses económicos de varias compañías y el Gobierno de los EE.UU. Inició una campaña de sensibilización a finales de los años 90, cuando contaba con veinticinco años de edad, para proteger los bosques más antiguos de la Tierra.
Julia «Butterfly» Hill es hija de un pastor que se dedicaba a predicar el mensaje de Cristo por los diferentes Estados de Norteamérica. Sus padres, Dale y Kathy, y sus dos hermanos, Michael y Daniel, vivían y viajaban en una caravana. Su familia le transmitió el valor de la austeridad y de los ideales de bondad, servicio y responsabilidad. La pequeña Julia estaba convencida de que vivir los valores era más importante que tan solo ganar dinero en la vida, y sabía que su destino sería defender los derechos de los más débiles y de los que no tuvieran voz… Y es lo que hizo con este árbol, Luna.
Cuando era adolescente y vivía en el Estado de Arkansas, consideraba que tenía los mismos sueños y aspiraciones que cualquier otra persona de su edad, nada especial. Pero después de un accidente en el que fue atropellada por un camión y tras casi un año de recuperación, su perspectiva de la vida se vio modificada. Finalmente y después de todo este tiempo, pudo realizar uno de sus mayores sueños: viajar.
Se fue con unos buenos amigos de aventura por la costa oeste de los EE.UU. Llegaron en coche hasta el Grizzly Creek State Park, California, para visitar las gigantes secuoyas. De pronto, pidió a sus amigos que la esperaran, pues ella sentía la necesidad de alejarse y adentrarse en ese bosque. Se sentía fuertemente atraída por la magnificencia ancestral de los árboles. Los minutos que estuvo sola, alejada de los turistas y los coches, fueron trascendentales para ella. En aquel instante, pudo sentir la fuerte presencia de la vida a su alrededor. La invadió un profundo respeto por la madre Naturaleza y un sentimiento de reverencia por todos estos árboles testigos de una larga historia de la humanidad. Este encuentro intenso fue crucial para ella. Cuando salió del bosque, no era la misma mujer. Dos semanas más tarde, se enteró de la noticia de que la compañía Maxxam Corporation tenía derechos para cortar todos estos árboles de los cuales ella se había enamorado, y de que si hubiera caminado unos días más adelante, se hubiera encontrado con el desolador paisaje de centenares de bases de árboles cortados. Sintió una fuerte llamada a protegerlos, aunque al principio no supo si esta era cierta o era fruto de su imaginación. No entendía nada, desde pequeña había soñado con viajar por todo el mundo y ahora, que por fin tenía la oportunidad de hacerlo, sentía la llamada de quedarse en su propio país a defender unos árboles.
Regresó a Arkansas, vendió todas sus posesiones, excepto su violín y otros objetos de valor sentimental, y con el dinero de las ventas se compró una mochila, un saco de dormir y una tienda. Era noviembre de 1997 cuando hizo la maleta con unas pocas prendas de ropa y se dirigió de regreso a California, sin ninguna idea de cómo empezar. Contactó con algunas organizaciones pero, o bien no la necesitaban, o bien quedó decepcionada de cómo llevaban el proyecto de defender los bosques, pues era más una diversión que un proyecto serio.
Estaba muy emocionada, a la vez que se sentía muy poco informada y poco preparada sobre la forma de llevar a cabo la defensa de los árboles y, por supuesto, sin ninguna experiencia previa. Es así como, finalmente, después de varias coincidencias y encuentros importantes con algunas personas, encontró el árbol o, mejor dicho, tal como ella nos cuenta en su libro El legado de Luna, el árbol la encontró a ella. Necesitaba un propósito y una dirección en la vida y parece ser que lo único que la llenaba era salvar a su árbol, Luna. Junto a otros activistas, treparon al árbol y se instalaron en él.
«Nadie tiene derecho a robar al futuro para conseguir beneficios rápidos en el presente» (Julia Butterfly Hill).
Pronto, la Maxxam Corporation inició una campaña de terror para ahuyentar a los activistas. Cortaban los árboles que estaban a su alrededor e incluso lo intentaron con aquellos en los que estaban encaramados. Durante los siguientes meses, algunos activistas abandonaron la lucha que con tanto fervor habían comenzado. Meses más tarde, uno de sus compañeros murió en un trágico accidente aplastado por un árbol derribado por la compañía, a pesar de que los trabajadores de la empresa sabían que ellos estaban cerca.
Aunque la dureza de los ataques de la empresa era grande y algunos de sus compañeros abandonaron, no desfalleció. Todo lo contrario, la adversidad reforzaba su convicción. Durante los meses siguientes, investigó sobre la tala sostenible de árboles y el consumo responsable, para estar mejor informada sobre estas alternativas.
La vida en el árbol Luna no era nada fácil. Vivía en una pequeña plataforma instalada en las ramas del árbol. Los inviernos eran muy duros; pasó mucho frío, enfermó, sintió dudas y mucha soledad, pero su amor por la causa superaba con creces todas las incomodidades.
En The Angeles Times, entre otras revistas locales, publicaron artículos sobre la acción que estaba llevando a cabo, y numerosas cadenas televisivas, como la CNN, solicitaban entrevistas con la activista. Algunos famosos, como el cantante Mickey Hart, de Gratefull Dead, la visitaron en Luna para darle su apoyo, y fue declarada mujer del año por una conocida revista.
No estaba muy de acuerdo con el giro que estaban tomando los acontecimientos, y la idea de convertirse en un personaje mediático la aterraba. Al mismo tiempo, la vida en el árbol y el contacto con la naturaleza agudizaban sus sentidos y se convertía en una persona mucho más perceptiva. La compañía Maxxam Corporation continuaba, a pesar de todo, cortando los árboles sin ningún impedimento por parte de las autoridades gubernamentales. Después de algunos meses de negociaciones con el representante del Gobierno de la zona, llegaron a un acuerdo: el árbol Luna no sería cortado. Se firmó un documento oficial para que quedara constancia de ello. Fue así como, después de 738 días, puso fin a su estancia en el árbol. Pero la Maxxam Corporation incumplió el contrato y el árbol Luna fue talado algunos días más tarde.
En su relato autobiográfico nos cuenta que conocer esta noticia fue un terrible golpe para ella. Cuando hubo superado su enorme enfado, su profundo dolor y su gran decepción, se expresó con estas palabras en una entrevista, manifestando su gran entereza y dignidad humana:
«Luna permanece como un símbolo. Un símbolo de los antiguos bosques que están siendo devastados, que están siendo extinguidos cada día. Luna permanece como la esperanza y el amor que siempre vencen al odio. Luna nos recuerda a todos la esperanza en este maravilloso, sagrado planeta que nos da a todos vida y esperanza en la humanidad. Esta esperanza en la humanidad reside en la capacidad de transformar los grandes obstáculos en oportunidades para crecer, fortalecerse, comprometerse y amar. Esta es la esencia de Luna».
Gracias a experiencias y a ejemplos como el de la activista Julia «Butterfly» Hill y a la de otros muchos pequeños héroes cotidianos que luchan cada día, renovamos nuestra esperanza y nuestra convicción de que todas las pequeñas aportaciones cotidianas sí son importantes para el cambio y la mejora que esperamos ver en el mundo.
Bibliografía
El legado de Luna. Julia Butterfly Hill. RBA Libros Punto de lectura, 337. Barcelona, 2002.
http://www.revistaesfinge.com/naturaleza/ecologia/item/733-32julia-hill-la-joven-que-vivio-en-un-arbol-por-defender-la-naturaleza