María Remedios del Valle era una mujer con un gran sentido patriótico. Se alistó en el Ejército, y durante la batalla de Tucumán, en la guerra de la independencia argentina, fue nombrada capitana. Combatió en varias batallas, fue herida y hecha prisionera. Al terminar la guerra, sus hijos y su marido habían muerto en la contienda. Murió en la pobreza mendigando por las calles.
María Remedios del Valle, la madre de la patria argentina
María Remedios del Valle era una mujer de raza negra y de condición social pobre, pero con un espíritu patriótico invaluable. Se alistó en el Ejército junto a sus hijos y su marido.
Durante la batalla de Tucumán, en el curso de la guerra de la independencia argentina, María Remedios le pidió a Belgrano (el general criollo que estaba al mando) que la dejara atender a los soldados heridos, pero Belgrano negó su petición; sin embargo, ella, en vez de darse media vuelta y marcharse, se escabulló y consiguió estar en la batalla para asistir y alentar a los soldados, que no tardaron en llamarla «la madre de la patria». Belgrano, al ver toda la situación y la valentía de esta desafiante mujer, la nombró capitana de su ejército.
María Remedios combatió en las batallas de Desaguadero, Salta, Vicapugio y en Ayohuma; en esta última, fue herida y tomada prisionera. A pesar de ello, su fuerza seguía intacta. Ayudó a varios oficiales a escapar, pero fue descubierta y por nueve días fue azotada públicamente. Los látigos no pudieron calmar a esta aguerrida mujer, que logró huir de sus enemigos para continuar luchando por su patria.
Cuando terminó la guerra, María Remedios se encontraba sola. Sus hijos y su marido habían muerto en la guerra. Lo único que le quedaba era su grado de capitana, otorgado por Belgrano; y así fue cómo esta mujer valiente, que no le tuvo miedo a nada y se adentró en el campo de batalla para pelear contra el enemigo, que dejó todo por su patria, quedó en la completa pobreza mendigando por las calles, sin que nadie reconociera que aquella loca mendiga era la brava «madre de la patria», olvidada en un rincón, llena de cicatrices que le recordaban su ardua lucha.
Juan José Viamonte, que por entonces era diputado, se cruzó con María Remedios en la Plaza de Mayo. Indignado al ver en la situación en que se encontraba aquella noble mujer, solicitó en septiembre de 1827 que se le otorgara una pensión por sus servicios de guerra.
Pasado un año de la iniciativa de Viamonte y tras largas discusiones, se decidió otorgarle un sueldo como capitana de infantería. Lamentablemente, este acuerdo nunca se cumplió y María Remedios no cobró ni un centavo.
«La madre de la patria» murió en 1847, en la pobreza y el olvido, sin que quedara ni un solo retrato de esta valiente mujer que soportó y lo dio todo, peleando por su tierra, esa patria que vio constituida y que le dio la espalda.